Otra sugerencia. Mia me pide que le dedique más poemas a Federico García Lorca. Yo tengo intensas vivencias con el poeta. No digo que le conociera personalmente, pero sí que he seguido su huella, su ciudad, su casa, sus caminos, su poesía, y muchos otros lugares, en busca de su alma, y algo encontré.
Un día, hace tiempo, llegué a un bosque, en Viznar, Granada. Os juro que él estaba allí. Fue entonces cuando escribí todos estos poemas que pongo seguidamente y que especialmente le decido a Mia. Todos ellos fueron publicados en mi libro de poemas "Antología de lo Ausente"
“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
A LORCA, EL GRAN POETA.
Mis ojos se me enredan
en madreselvas negras
que impregnan a mi alma
de deseo y pena
y me acuerdo de ti.
Tu pecho,
blanco y dulce,
de dalias extinguidas
florecerá en primavera.
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
POR EL CAMINO
Cuatro miedos mirando,
cuatro miedos oscuros,
cuatro miedos cuadrados,
de cara a cara a la vida
por el camino pasando.
El quinto miedo escondido,
oculto, allí llorando,
por ver como se lo llevan.
Los ojos de par en par,
y el alma triste y temblando.
Cinco oscuridades tristes,
atormentadas y viejas,
cinco vergüenzas calladas,
cinco ventanas cerradas,
de la casa muerta, de la casa muerta.
Detrás,
el alma transfigurada de los ángeles,
alzándose en dos chopos,
que sin querer estar,
estaban allí mirando.
La pared sonrojada,
enferma de indignidad,
esconde sus ojos negros
que no quieren ya mirar.
“El metal escupió fuego,
obligado por el odio,
y la vida se apagó
a la vera del tomillo en flor”
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
MIRANDO SU FOTO
Dos astros negros, grandes, brillantes,
alumbrándome el alma como dos luceros,
duros como el azabache,
cálidos como los grandes ojos de Platero.
Debajo, un altozano elevado y puntiagudo,
calvario tras el cual está su boca,
jugosa oquedad donde disfruta
su carnosa lengua roja,
húmeda y sedosa.
Sobre su rostro pulido,
exageradamente pálido
se derraman sus miedos,
transfigurándose en versos,
muriendo en cada renglón escrito.
Me mira de enfrente,
desde la foto,
desde su tiempo,
echando sobre mi sus dos constelaciones.
Insoportable es el peso
de la verdad salvaje.
¿Cómo pudieron hacerlo?
¿Cómo pudieron matarle?
Quien lo hizo,
la mano que lo sentenció,
estaba exenta de ojos.
No pudo mirar,
seguro que no miró.
El párpado cobarde,
ocultaba el ojo ávido, por acallarlo,
y la mirada huída del corazón sin sangre.
No hay palabras,
la verdad es negra.
Un secreto hundido como una enfermedad.
En mis ojos, sus ojos como madreselvas muertas,
y mi alma, como una puerta abierta,
el deseo de lo eterno, la vida de su voz y su poesía.
¡Lorca vive!, ¡Lorca vive!, ¡Lorca vive!.
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
SUS OJOS ROJOS.
Esgrimas del sol que hieren
al horizonte que sangra,
el camino se oscurece,
y las ventanas se apagan.
Al monte lo llevan preso,
todos lo ven,
todos callan.
El miedo cierra sus ojos,
el miedo mata sus almas.
Sube hacia arriba temblando,
Federico la montaña,
sus piernas no lo soportan,
se le ha desecho la cara,
y al llegar a la laguna,
en el boquete se para,
se vuelve y mira de frente
a quien le apunta y dispara.
El alma se les congela,
un lamento escuece traicionero en sus gargantas.
El viento corre gritando,
lamentos negros y oscuros,
canciones de cante jondo.
El horizonte está muerto ,
y sus ojos,
los ojos de aquel poeta,
ya no son negros,
son rojos.
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
DESCANASE EN PAZ
Allí,
entre los cantos de los pájaros,
debajo de las puntas de los pinos,
descansas para siempre.
Allí,
asoma tu alma limpia,
mil veces renacida,
volviendo en el verde del romero,
en el azul precioso del tomillo.
Allí,
entre humedades cálidas,
de sombras frescas,
como quisiste el corral
de aquella huerta
donde querías vivir.
Allí,
en el lugar mas perfecto,
alzándote hacia arriba,
sobre aquel monte,
perdido en sus arenas,
bajo sus piedras.
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
BORRACHERA, LOCURA Y MIEDO.
Los geranios de los balcones te vigilan,
el sueño no tiene nombre ni cristales.
El secreto se esconde tras las cortinas,
y las corbatas bailan un vals en los desvanes.
Te asustas,
y nace en ti el toro de tu miedo,
que corre con la azucena por las calles.
"Más arriba,
en las antenas,
amantes de los alambres,
se desvanecen los caracoles".
<<¿Y qué culpa tengo yo,
que los geranios de los balcones te vigilen?.>>
Los sombreros no son ya para las cabezas.
Los guantes están de vacaciones.
Una botella, sin rumbo, rodando por la acera,
se rompe en mil cristales.
¡Niño!,
¿ese árbol a quien espera?.
¡Niño!, ¿es que no me oyes?.
La farola ni se inmuta, ni me responde.
<que los geranios de los balcones te vigilen.>>
Esta noche, los negros y los puñales
se embriagarán con tu sangre,
y en las antenas,
amante de los alambres,
los caracoles se morirán aterrados.
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“HOMENAJE A UN POETA MUERTO”
LLORANDO POR EL
Amanece,
y se quiebra el cristal de mi ventana.
La flor del almendro canta.
Si me asomo y la contemplo me pregunta
si te echo de menos.
Si no me asomo
me amenaza con deshojarse.
¡Silencio!.
- Calla, calla.
El agua del manantial,
es cierto, corre caliente.
¡Ay!, tan caliente que me quemo.
No te rías gota,
que le quito el violín al viento.
- Calla, calla y mira,
tres hojitas de una rama
dan al mundo su primer llanto.
¡Qué bonito es el verde cuando es chiquito!
¡Qué hermoso cuando es rama!
¡Y qué dulce cuando es baranda!
- Calla, calla y escucha,
¿qué es eso que oigo desde mi balcón abierto?
¿es el canto de la madrugada?.
-No, no,
son las tres musas gitanas de Federico,
que lloran en su mortaja.
-Calla, calla y duérmete, pequeña flor,
que nos descubrirán los geranios si nos oyen.
En fín, espero haber satisfecho tu necesidad de vesos lorquianos. Si es así, me doy por satisfecho. Un abrazo. Mia.