domingo, 24 de junio de 2018

NOCHE DE SAN JUAN





Candelas que se prenden
en la noche extraña
como sortilegio apostata
de inconfesables pasiones,
de secretos.

Llamas que consumen los deseos
como alimento que sacia
una necesidad, una pasión oculta,
hasta volverse brasas,
extinguirse, y morir hecha cenizas
como un mar en calma.

Candelas de San Juan,
que ardieron en otro tiempo
prendiendo la mirada de un niño
curioso y asustado,
con las mejillas rojas,
por el calor del fuego.

Pequeño que miraba, ensimismado,
la danza sin igual
de aquel bonito juego,
callado, sin hablar,
sin comprender aquello,
dejándose llevar.

Ni somos lo que fuimos
ni lo seremos  jamás,
pero nadie podrá quitarnos nunca lo vivido.

Lo vivido, vivido está, como lo escrito,
y acude hoy a mi memoria hecho recuerdos
que emergen al contemplar las llamas
de la candela mágica
que arde junto al mar.

Ignacio Bermejo

jueves, 14 de junio de 2018

PURO DOLOR




No hay palabras, no las conozco,
para expresar con voz el sentimiento de dolor
que sufro  hoy.

Dolor por la alevosía no inesperada,
de la irreparable pérdida,
que deja sin sentido la utopía
que algunos intuimos, soñamos  y vivimos
y otros jamás vieron, ni comprendieron nunca.

Lloro, llorando estoy como un chiquillo,
y lloro sin parar, porque llorar es lo que puedo hacer,
la única manera de expresar este pesar tan hondo
este pesar tan negro

cargado de pena y carente de odios.




viernes, 1 de junio de 2018

Homenaje a Juan Ramón Jiménez. (Centenario de su muerte)



Con motivo de la visita que hice a su casa.

Atravesando la luz blanca de verano
llegué sediento hasta tu casa,
hasta la puerta misma, por tus campos, 
y allí noté, sobre mis hombros, el peso de tu nostalgia.

Dentro, en el patio, sentí el suspirar profundo
de los fantasmas tristes, que seguían buscando, un no se qué.
Allí estaban presentes, en el frescor dormido de las losas
del suelo antiguo que sin querer pisaste y que habitaste. 

Tu sombrero oscuro y tu chaqueta gris, desvencijada,
cubriendo la tímida camisa blanca, esencia de tu alma,
colgando sobre un perchero viejo de madera,

que en un rincón, ausente, ajeno a todo, conservaba
la elegancia excelsa de aquel tiempo, ya olvidada. 

Y tu tristeza, toda, derramada, como vaso de agua sin fortuna,
entre los ordenados tochos de papeles yertos, tus poemas,
rosario de versos que formaban el lánguido bullir de tus recuerdos, 
por todos los rincones, por todos los espacios y los huecos.


Sentimientos atrapados en la expresión perfecta
de las palabras tuyas. Herramienta, arma y fortuna.

Allí seguías estando bien presente,
Allí pude sentirte y pude verte.

Ignacio Bermejo