Junto a la ladera, amigo, mirando desde abajo,
pasé echándote de menos.
Allí estabas,
de la mano de la mujer que amabas,
compartiendo el alma de las flores
y de la hierba que crece
sobre la tierra mojada,
mostrando a tu amor,
el hombre que miraba,
señalándome orgulloso
por la amistad sincera
al tiempo que pasaba.
Junto a la ladera, del monte de la paz
donde habitas para siempre en tu palacio eterno,
danzando en una fiesta
de gente que te quiere y te esperaba.
Y me miraste amable, contento,
bajo las luces de colores
que alumbran la verbena.
Aún no tengo fuerzas para explicar al mundo
el ímpetu del sentimiento puro ,
y menos, el dolor de la ausencia repentina e inesperada.
No sé como contar la soledad sobrevenida por tu marcha,
ni el vacío profundo como agujero oscuro
que me llenó de pena robando mis palabras.
Junto a la ladera, amigo, al tiempo que pasaba,
mirando hacia arriba para verte,
contemplando el baile de la alegría profunda
comprendí en ese instante,
que era eso, exactamente eso,
todo a cuanto aspirabas.
Descansa en paz, amigo, y baila.