…Mamá
estaba muy contenta porque nos volvíamos a reunir para cenar todos juntos, como
cada Nochebuena. Desbordaba alegría por sus ojos negros, vivarachos y
brillantes, sonriendo mientras preparaba los dulces navideños, contagiando
toda la casa de aquel aroma tan entrañable. Tarareaba aquella vieja
cancioncilla que terminó grabándoseme en el alma: “La Tarara, sí; la
Tarara, no; la Tarara, niña, que la he visto yo”…
Y yo asistía
a aquella escena de manera desapercibida, desde una esquina de la habitación, como si fuese invisible, completamente en silencio, sin
hacer ruido, sabiendo que estaba asistiendo a algo realmente importante en mi vida, y es que ya por aquel entonces, a pesar
de mi ingenuidad y de mi juventud, sabía muy a ciencia cierta que el tiempo
pasa y que sólo perduran los recuerdos. “La Nochebuena se viene, la Nochebuena
se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”
¡Cuánta
razón tenía aquel viejo villancico! Ella ya no está, se fue para no volver y nadie canta en su lugar, en mis Nochebuenas, por eso su voz renace en mi interior cada año, cuando el aroma
de los dulces, regresan para revivir todos aquellos sentimientos: “Luce
mi Tarara; su cola de seda; sobre las retamas; y la hierbabuena. LA TARARA SI, LA TARARA NO, LA TARARA MADRE DE MI CORAZÓN” Palpitaciones
de un tiempo y de una tierra que hacen patente el milagro de la inmortalidad,
porque todo es posible en Navidad, hasta lo eterno.
"TE QUIERO MADRE, Y TE ECHO DE MENOS"
En este
año Lorquiano del 25 Aniversario de la muerte de Camarón de la Isla
FELIZ NAVIDAD
Ignacio Bermejo
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