Tras el fin,
cuando todo se acabó,
la cuerda del laúd
vibró como una
garganta,
y en la puerta
grande, que se abrió,
rechinó, cansina, la
bisagra.
Acógeme Señor, que
yo,
nunca fui cigarra,
que yo,
titiritando de
frío
hasta aquí vine
buscando
al gitanillo que
canta,
al niño que con su
voz
me ha desgarrado
el alma.
Aire, aire,
palmas, palmas,
jilguerillo puesto
al sol
por su mare en la ventana.
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