sábado, 28 de abril de 2012

Ella



Con su mirar duro de desaire contenido,
descendiendo desde ese marrón de roca,
consigue traspasar la oscura incertidumbre
de mi pensamiento abierto.

El carmesí soñado
se cierne en el lugar más tierno
y rompe, vigoroso, el lienzo blanco de su tez de niña.

¡Qué extraña la expresión sin gestos,
que deja al descubierto
sus miedos, sus deseos!

La gravedad caída
desde sus hombros rectos.

Un péndulo al andar, del reloj vivo
que supera vehemente el movimiento
en un milagro mágico de belleza indómita.

Le quise preguntar a su alma inédita
sin pronunciar palabra,
y se me escapó un suspiro.

Sensualidad dulce de la mujer que mira
con ojos como piedras.

Es fascinantemente bella.
Ella, es simplemente ella. 


©Ignacio Bermejo

domingo, 22 de abril de 2012


HOMENAJE A MARIO BENEDETTI

Uno de esos hombres que nunca morirán.

Escribí este poema dedicado a uno de los poetas más admirados por mí, 
estando convaleciente de la enfermedad que al final lo condujo hasta su muerte.  


Presientes la verdad de tu muerte
tras descubrir que un océano es un océano,
y no un charco, ni un estanque, ni un lago.

Cuando has mirado hacia atrás,
asomándote a tu edad
y percibes, reflexivo, que has superado ya
los treinta, los cuarenta, los cincuenta...

No obstante, amigo, 
independientemente,
no arrojes nunca la toalla,
pues estás a tiempo,
siempre a tiempo
de asombrarte ante la luz bella y brillante,
de una mujer desnuda,
un albor que te deslumbra
en la oscuridad de tus noches.

Esa luz es el rescoldo agazapado de la vida que aún tienes
y ha de perdurar en tu memoria
como recuerdo imperecedero,
como  resplandor eterno
que te dice, que te grita, que te explica
que tu sigues,
que sigues siempre vivo,
ajeno a la palabra lisa y llana
que nunca existirá:  "Muerte"


©Ignacio Bermejo

sábado, 14 de abril de 2012

Momento

Será cuando los almendros palidezcan de pena.
Cuando el viento traiga aroma de jazmines y de hierbabuena.
Cuando las tardes sean largas,
cuando la luna esté llena.
Y habrá una vela encendida,
una vela roja
como roja será la llama que alumbrará el momento.
Será junto al romero en flor,
al abrigo de los troncos,
perdidos entre las madreselvas,
y lloverá aquella noche,
porque será cuando llueva,
mirándonos a los ojos,
y no habrá palabras.
Será cuando los ángeles alcen sus trompetas,
cuando esta música que suena,
ahora sólo en mi interior,
la oigas tú y la oiga yo,
y al son de ésa música que suena,
mirando las almas blancas de las flores,
se quebrará la agonía y se convertirá en caricia.
Será cuando el tiempo se pare,
en el último instante,
en el aire,
cuando no haya nadie.
Será, mi amor,
cuando tú quieras.


Ignacio Bermejo Martínez

jueves, 12 de abril de 2012

Caricia


Si quieres, cierra los ojos en silencio
y siente la caricia desahuciada del hombre que te mira.


Si quieres, desabróchate la blusa
y deja escapar la angustia de tu piel
por el tacto de la mano que te toca.

No imagines, no anheles, sólo siente.
Siente como te rozan las yemas de mis dedos
con un eléctrico vaivén de insinuaciones.

Mantén los ojos cerrados,
no los abras aún,
porque el amor es mentira,
una blasfemia maldita  que dejamos de creer,
un dolor, un miedo aterrador

del que quisimos  huir hace  tiempo
y no pudimos.

Tonsolamente siente,
no pienses ni mires,
percibe sólo el vértigo
de la caricia fría
de la mano ajena,

de la mano mía.

Yo soy el  hombre que quiere recordar,

una vez más,
el temblor de la carne agasajada,
tu piel desnuda
aflorando de la ropa abierta
en un gesto simple.

Quieta.

Quédate un instante quieta,
mientras destilo la esencia apasionada
de la caricia cierta,
porque quiero sentirte,
sólo sentirte y sentirte así,
para entender el mundo,
y todo su sentido.

Te toco,
soy yo quien te toca
y quien cierra los ojos al hacerlo

para verte mientras siento sin mirar.

Soy yo quien reclama el alma blanca
de tu cuerpo cierto.

Soy yo el hombre que quiere acariciarte

y hacerlo siempre.


©Ignacio Bermejo