martes, 20 de agosto de 2013

LA CIENCIA

No es sabio el hombre que ansía el sueño del profeta
sin afanar su causa,
ni el que degusta  el vino para saciar su sed
irguiendo su copa  sin victoria.

No puede correr el hombre que no anda,
el que no tiene sus pies sobre la tierra,
ni aquel que se pierde mirando siempre al cielo
perdido en el brillo de la estrella,
para caer, torpe,  en los pozos más profundos
por perseguir sus sueños.

No existe el hombre que no tema
la enormidad del mar o del desierto.
El necio aventurero que se atreva
sin respetar el duelo
es ya un majadero muerto.

Si quieres avanzar,
 escucha estas palabras y acepta la clarividencia.
Es sólo una voz invocando la paciencia,
la cordura del guerrero, la  prudencia,
la facultad sagrada que anidará en la mente de los últimos,
la ciencia,  como única verdad.

Ignacio Bermejo Martinez