miércoles, 29 de julio de 2015

La buena política

Estimado  ciudadano descontento:

Lo que encuentro actualmente en la relación entre los políticos y usted es un desapego generalizado originado principalmente por la corrupción, la confrontación constante e inútil entre partidos y el escaparatismo dialéctico sin sentido.

Usted ve  la sociedad como un ente dependiente de la política  desencantado por no recibir un mensaje claro  capaz de estructurar soluciones a los graves problemas de  hoy.  La política como un instrumento averiado, incapaz de realizar su misión, por la vulgaridad de su retórica. Frases hechas que resuenan más por su rimbombancia que por su significado o su utilidad real. Mensajes vacíos, a fin de cuentas o simplemente mentiras reiteradas una y mil veces.  Y reconozco que en parte tiene razón, pero sólo en parte, y me explico:  Los partidos políticos han sido siempre, a lo largo de su historia, el instrumento que la sociedad ha empleado para estructurar soluciones a sus problemas, con independencia de su ideología, y son muy necesarios para la estabilidad y la supervivencia del sistema, y creo que sin sistema no existiría la sociedad.

No han sido nunca, al menos hasta hace poco tiempo,  cuna de “clase política”, término que no deja de darme una cierta grima, porque no termino de comprenderlo del todo bien, puesto que los políticos no conforman una clase social en si mimos. Los políticos  han sido siempre personas idealistas, personas inquietas que buscaban en el poder de la unión, la fuerza para eliminar de la sociedad sus injusticias, buscando la igualdad, la solidaridad, la libertad, etc. (entendiéndose en esto al buen político, o al honrado, obviamente)

Creo que el desencanto generalizado y el sentimiento de desarraigo de los ciudadanos hacia la política se fundamente principalmente en el hecho de que los partidos políticos han perdido su esencia, y no me refiero a su ideología, que también, sino a que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos para satisfacer las necesidades humanas surgidas en un momento, este, que nos ha pillado a todos por sorpresa.

En la mayoría de los casos los partidos han dejado de ser un conjunto de personas unidas buscando la fuerza necesaria para transformar la realidad. Quizás por eso la potencia sorprendente e inesperada del efecto Podemos, que ya empieza a decrecer.

Tanto yo como la mayoría de los compañeros con los que trabajo a diario, entendemos el desarraigo y la desilusión de la sociedad hacia la política  en este sentido, y le garantizo que en la medida de lo posible, pretendemos hacer una política diferente.

Trabajamos convencidos de que es posible transformar nuestro entorno para bien, con métodos limpios, transparentes y democráticos.

La democracia cuenta con herramientas para solventar el problema de la desilusión y el desapego. No olvidemos que los partidos están compuestos por ciudadanos normales que se implican en política, con ideales, ilusiones, con muchas ganas de trabajar  y con vocación de servicio público. Y son estos ciudadanos quienes seguramente alzaran la voz para decir ¡Basta!.

Estoy convencido de que desde la base se puede hacer mucho por cambiarlo todo, desde el trabajo diario y el buen ejemplo, en aras a una nueva revolución noble, pacífica y limpia que asegure el sistema de la mejor convivencia.

No todos los políticos son corruptos. Generalizar en este caso también es injusto.

Me gustaría aclararle que  participo en las Instituciones del Estado, concretamente en el Ayuntamiento de San Fernando, como concejal,  porque así me lo ha posibilitado mi partido, el PSOE, y lo hago al margen de mi profesión de contable, aparcada por el tiempo que dure esta nueva ocupación y sabiendo que esto no es un triunfo personal.

Le garantizo que no veo nada más SAGRADO que este compromiso adquirido temporalmente. Mi labor política es solo vocación de servicio público, y es por eso que aquí estaré mientras los ciudadanos quieran, porque es a ellos a quien me debo.

Ignacio Bermejo