Yo quise ser, soñando, aquella rama
donde crecen las hojas y las flores
el fruto que de bueno se derrama.
Yo quiero ser la llama.
Elaborando sueños, aguadores
deseos inconfesados que te aclaman
que suben por andamios de colores.
Yo quiero ser la llama.
Tu piel, amor, como suspiro
para aliviar las mentiras que me matan,
con el yerro del dolor que no sale ni retiro.
Yo quiero ser la llama.
No hay anhelos más grandes que la dicha,
de mirar en la mañana, aún temprano
en tu boca de diosa una sonrisa.
Yo quiero ser la llama.
Y no hay pesar más grande en el abismo,
que al estirar mi mano por tocarte
se cargue de vacío y de cinismo.
Yo quiero ser la llama.
No me rindo a la noche traicionera
ni a una vida vacía sin esperanza.
Quiero rugir por ti como tronera.
Yo quiero ser la llama.
Que se levante de una vez la gran tormenta
que solo en tu interior se aplana
porque mi alma, mi amor, está aun hambrienta.
Yo quiero ser la llamarada.
Tu piel como alimento,
y tu cara y tus ropas y tu pelo y tu mirada.