lunes, 19 de diciembre de 2016

“Vuelve, a casa vuelve, por Navidad”


Era muy tarde. Las agujas de su reloj pasaban ya varias horas de la media noche,  cuando llegó por fin a su apartamento. Estaba  muy cansado, a pesar de haberse divertido en la cena organizada por su empresa.  Se acercaba la Navidad y  todo el mundo lo celebraba con la algarabía propia de las fechas.
Antes de acostarse, se sentó en el butacón, frente a la ventana. Desde allí podía contemplar la gran avenida, la calle más importante de la ciudad que a esa hora parecía dormir, como la mayoría de la gente.  Se quedó absorto contemplando la amarillenta luz que derramaban las farolas,  como en un último esfuerzo por vencer la eterna lucha contra la oscuridad absoluta.  Fue entonces, frente aquel cristal salpicado de gotas que parecían lágrimas, cuando fue consciente de su soledad.  Se sintió solo, muy solo, y muy triste.
A la mañana siguiente, cargado con su maleta, compraba un billete  en el aeropuerto. Necesitaba regresar a casa, a su hogar, con su gente. Solo quería sentirse uno más entre los suyos, reír con  ellos, con sus padres, sus hermanos, abrasarlos, besarlos.  En su pensamiento solo tenía la alegría del reencuentro y la pegadiza musiquita de aquel anuncio de “Vuelve, a casa vuelve, por Navidad”

FELIZ NAVIDAD