lunes, 30 de julio de 2007

El 2010, una mera antesala.


Al menos es lo que parece a la vista de las comparecencias en los medios de comunicación de los alcaldes de San Fernando y de Cádiz tras constituirse oficialmente el Consorcio para las celebraciones del 2012, pues De Bernardo, en vez de salir exultante y derrochando isleñismo por los cuatro costados del primer encuentro de la Junta de Gobierno de dicho organismo, que es lo que debiera haber hecho, se sale por la tangente con unas declaraciones con las que destaca el carácter provincial de la efeméride, algo absolutamente irreal, porque en todo esto del Bicentenario de las Cortes, cada cual barre para su casa. Si no, miren a Teófila, esta sí, política de primera división, en cuya declaración la palabra más destacada fue Cádiz, Cádiz, y siempre Cádiz, y además, pronunciada con evidentes connotaciones localistas, pues para esa señora, y que conste que no es un reproche, poco existe mas allá de las fronteras de esa ciudad con la que colindamos.
Cádiz contempla la celebración del Bicentenario, como las puertas que le abrirán el camino a una profunda renovación y modernización de la ciudad, y ¿dónde queda en todo esto San Fernando? Para mí, en el lugar donde siempre nos quedamos: al margen de todo, desahuciados de los derechos que nos corresponden, y los que nos expropiaran una vez más, porque nuestros gobernantes nunca estuvieron ni estarán a la altura de saber defender el concepto de ciudad que debiéramos ser.
Es una maldición histórica. Perdimos el papel protagonista que hubiéramos debido tener en la conmemoración de la Batalla de Trafalgar, porque la marina de guerra española que pereció en aquel trance militar, radicaba esencialmente en la Isla. De la Isla fueron sus principales infantes, marineros, almirantes. La tierra de la Isla se manchó del rojo de la sangre derramada, porque no deberíamos olvidar que fue aquí donde se enterraron a los muertos. En Isla estaban atracados la mayoría de los barcos que participaron en el trance, y ¿dónde estuvo La Isla en la conmemoración de la famosa Batalla?
Se nos robó el Meridiano que regulaba el tráfico internacional de la navegación hasta hace dos siglos, una línea imaginaria que vendió a los ingleses un Rey nefasto para España, que primó la gloria y el honor de la nobleza que, sin luchar ni perecer, huyó de Cádiz tras destruir y humillar el potencial creciente del comercio, pues era impensable en aquella época que un vulgar comerciante atesorara mayores riquezas que un noble, y desde entonces, no levantamos cabeza. Aquel Meridiano, mal llamado de Cádiz, no era de Cádiz, era de la Isla, pues pasaba justamente por el centro de la cúpula del Observatorio, pero ya ven: Cádiz, Cádiz y Cádiz; pues no, Meridiano de la Isla de León, de San Fernando.
Con la Pepa nos va a pasar lo mismo, ya lo verán, y es que se nos ha dado el caramelo del 2010 para que estemos calladitos cuando veamos como todos los honores y los parabienes que reportarán esa conmemoración recaben finalmente en nuestros vecinos, quienes seguramente conseguirán hacer realidad esa idea de ciudad moderna en que pretenden convertir a Cádiz, y nosotros, los cañaíllas, nos quedaremos una vez más alelados, siendo testigos de la histórica injusticia, sin Trafalgar, sin Meridiano, sin la Pepa y sin nada de nada, que para eso no somos la capital, que somos tan sólo un pueblo que aspira con dos cojones, eso sí, a tener tranvía.
Qué pena, de verdad. Qué pena. Como cañaílla lo tengo que decir, al ver los derroteros que está tomando la cosa; sólo siento pena de mi tierra, por lo mal defendida y representada que ha estado siempre.

jueves, 19 de julio de 2007

La otra Isla tercermundista

Existe otra Isla distinta, una Isla anacrónica, atrasada, injusta, propia de una mentalidad tercermundista que somos incapaces de superar y dejar a tras de una vez.
Si no me creen, compruébenlo por ustedes mismos. Hagan el intento de sacarse el pasaporte y sabrán de lo que les hablo.
Les cuento la epopeya: El pasado jueves, día 19 de Julio, traté de documentar a mis hijos para poder viajar tranquilo en vacaciones. Los funcionarios de la comisaría de policía me informaron un día antes que, si quería obtener dicha documentación, me tendría que poner en la cola sobre las 6:30 h. de la mañana, pues sólo dan veinte números para atender por mañana y otros diez para por tarde. Me pareció insólita la sugerencia, pero obviamente la cumplí más o menos a rajatabla. A decir verdad, llegué sobre las siete de la mañana a la comisaría y descubrí, para mi asombro, que aún siendo tan temprano, no era el primero en llegar, sino que por delante de mí ya había doce personas. Me puse en la cola, pero en la medida en la que el tiempo iba pasando y se iba aproximando las 9:00 h., esta se iba incrementando de personas que, como es lógico, se iban enojando ante la posibilidad de quedarse sin poder documentarse.
Una vez dieron las nueve de la mañana, justo a la hora en la que el funcionario de turno abrió las puertas y comenzó dar los números del turno, imagínese la marabunta que se formó, colapsándose la calle Doctor Cellier a riesgo de ser atropellados alguno de nosotros por los vehículos que circulaban por ella.
Hubo crispación, discusiones, alzamiento de voz, enfrentamientos, hasta algún que otro insulto, pero en la medida en que se pudo, fuimos cogiendo el número que nos correspondía, según el orden de llegada de cada cual.
Les hago constar, que cuando el funcionario abre las puertas, la mayoría de los presentes ya llevábamos allí esperando un par de horas.
Una vez dentro por fin, una amable funcionaria, cual si fuera tratante de ganado, nos manda a callar a grito pelado, y nos pide que nos quedemos formando cola en la calle, atentos desde fuera al número que iba corriendo en un contador automático. Obviamente nadie hizo caso a la sugerencia, por lo absurda que era, y porque ya estábamos hartos de esperar arriesgando nuestra integridad y sufriendo las inclemencias.
Lo peor de todo llega cuando, al entrar la tercera persona, nos informa el funcionario que expide los pasaportes de que la líneas, o la máquina que utilizan para ello, estaba averiada y que por tanto tardarían más de lo normal, invitándonos, él mismo, a que planteáramos una queja formal en el edificio adjunto. Esto ocurre más o menos sobre las diez de la mañana, cuando ya llevábamos tres horitas de martirio.
Yo, acompañado del mayor de mis hijos, me fui para solicitar la hoja de reclamaciones, y aunque es cierto que fui atendido en todo momento con corrección, debo subrayar que justo cuando íbamos a entrar, salía un detenido esposado, presuntamente un delincuente que pasó a menos de un metro del niño, con los riesgos que ello conlleva. Imagínense por un momento lo que hubiera podido pasar si a aquel presunto delincuente le da por cometer una locura. Se me ponen los pelos de punta.
Los funcionarios y los trabajadores de aquellas dependencias saben que todo esto es cierto. Quizás por ello se muestran tan amables, salvo la señorita del mostrador que nos invitó hasta un par de veces a salir, pero obviamente son incapaces de poder solventar con los escasos medios de que disponen, la incompetencia de un sistema caduco que no cabe dentro de la era de la informática. ¿Se habrá enterado la Administración del tiempo en que vivimos?

Un repaso a la Feria del Carmen

Este año, de nota media, un aprobado alto, destacando el papel de todos los profesionales que han tenido que trabajar para que muchos nos divirtiéramos, especialmente a los sanitarios del puesto de socorro, a la policía, protección civil, personal de limpieza, transporte público, y tantos otros implicados que resultaría imposible mencionarlos a todos.
En cuanto a los políticos, poco tengo que decir. Para bien o para mal no son los responsable de las pasadas fiestas, pues éstas han sido la herencia inmediata de la delegada saliente, Rosario Álvarez, quien dicho sea de paso, ha dejado el pabellón bien alto. ¿No hubiese sido esta una magnifica ocasión para despedirla con honores por su buen hacer, y hacer que salga por la puerta grande, como merece?
En cuanto a las casetas que componen la atracción más importante del ferial, felicitar sobre todo a los abnegados cofrades que se hartan de trabajar todos los años sin más interés que el beneficiar a sus Hermandades y Cofradías. En cuanto a ellos, se me ocurre que, teniendo en cuenta la ridícula subvención anual que aporta el Ayuntamiento para el sostenimiento y potenciación de nuestra Semana Santa, sobre todo si la comparamos con la que reciben mensualmente los partidos políticos, ya les valdría mucho más no gravarles con el alquiler del terreno, porque me parece vergonzoso que se explote económicamente a este tipo de entidades que trabajan sin ánimo de lucro. Eximirlas del pago de los terrenos en feria es una buena forma de potenciar la Semana Santa, y la Feria al mismo tiempo, porque tal y como está montado el cotarro, sólo las clásicas de siempre ganan dinero. El resto lo pierde, y así, no hay quien se atreva, y menos con esa competencia desleal de las casetas de los partidos políticos, que sin ser entidades oficiales, al financiarse con mucho dinero público, pueden montar casetas en las que se encuentra el mejor servicio, los mejores escenarios, los mejores menús y las mejores actuaciones. Así cualquiera, ¿no te jode?
Felicitar también a todos esos que no han dormido en toda la feria con el ansia de salir en la foto. Se les nota el entusiasmo. Espero que no se quede en eso, y a partir de ahora se dediquen a trabajan en beneficio de los intereses de la ciudadanía y no derrochen su tiempo, público, en figurar. Y por último, un guiño de complicidad a los menos acostumbrados al trajín de la farándula. Los pobres se han visto desbordados y han tenido que robar tiempo a los quehaceres de sus casas y al amor de sus familias. El cargo lo lleva intrínseco. Aquí no hay horarios. Son políticos, no funcionarios, y aunque se cansen y se desesperen por no poder llevar a montar a sus hijos en los cacharritos, espero que les hayan encontrado el regustillo a la cosa y que no salgan huyendo, porque la Isla los necesita. Para todos ellos un abrazo y el mejor ánimo. Espero que una vez pasada la fiesta, las aguas vuelvan a su cauce y se puedan organizar mejor, en beneficio de todos.
Por último, reiterar mi agradecimiento a los organizadores de la caseta Al Relente, por haber conseguido con imaginación, generosidad y buena predisposición, que muchos hayamos vivido una gran feria. El excelente ambiente que siempre tuvo, en absoluto ha sido fruto de la improvisación. Todo lo contrario, aquello se ha asentado con premeditación y alevosía, por tanto, para todos ellos, mi más sincera enhorabuena por la caseta de mejor y más tronío este año.

jueves, 12 de julio de 2007

Al Relente

Bonito nombre para una caseta de feria, ¿no les parece? Pues esa es la mía, Al Relente, una caseta que ha surgido de la buena voluntad, y mejor idea, de un grupo de personas que han pensado que la gente también se puede agrupar para pasárselo bien y disfrutar, y así lo han hecho, congregando a un total de 42 parejas que nos vimos por primera vez el pasado miércoles 11, día del alumbrado, bajo los toldos de la susodicha, y en torno a unas mesas donde cenamos, en un magnífico ambiente de confraternidad.
Que yo recuerde, es la primera vez en toda mi vida que haya cenado en la feria a mesa y mantel, como si se tratara de un restaurante de cuatro tenedores. Allí nos dimos cita aquel grupo variopinto de personas, algunas conocidas, otras no, detalle en absoluto importante, pues todos acudimos con el único fin de pasárnoslo lo mejor posible. Las mesas ataviadas con elegancia, el menú excelente, y tras la cena, una brillante transformación de la caseta en pista de baile, no tan improvisada como a priori se pudiera pensar, y donde todos nos divertimos haciendo cada cual lo que podía. Hasta mi amigo Antonio bailó, algo que para mí era impensable, dado su empaque de abogado formal y serio. (Por cierto, magnífica forma de bailar las sevillanas al estilo de la chica Yeye)
Para eso es la feria, para que nos olvidemos por unos días de las preocupaciones con las que cargamos el resto del año y divertirnos en compañía de la gente a la que apreciamos y con quienes disfrutamos compartiendo el tiempo, la conversación, y una buena copa.
Esta iniciativa de formar un grupo para montar una caseta me parece genial, una idea muy acertada, entre otras cosas, porque a diferencia de lo que les suceden a muchas casetas donde estaban cazando moscas, en ésta la gente reía, bailaba, charlaba y se divertía porque estaba cargada de sentido y de motivación, repleta hasta la bola, rebosante de alegría.
Es bueno que existan personas que se animen y se movilicen con el único fin de llevar a buen término iniciativas como éstas. Cierto es que para ello es necesario ser medianamente generoso y tener muy buen humor, como parecen tener los que han asumido la cabecera de “Al Relente”, una junta directiva que se ha encargado de todos los detalles, con el único fin de hacer posible que el resto disfrutara en el recinto ferial sin preocuparse de nada. Desde aquí les doy las gracias a todos ellos, y a quienes contaron conmigo para incluirme en esa afortunada lista de las 42 parejas, y les insto a que repitan el año próximo, o que no esperen tanto y nos llamen por Navidad, carnavales o cualquier otra circunstancia que pueda justificar un reencuentro de amigos para pasárselo bien. No obstante, si repiten, que cuenten conmigo. Yo me apunto de antemano.
Esta es una idea que les propongo a todos. Olviden alguna que otra vez esas malditas defensas que usan para separarse de la gente. Bajen las barreras y descóquense. Atrévanse a dar un primer paso para acercarse a su vecino, a un compañero de trabajo, a ése hermano o ése cuñado con el que no habla desde hace meses, y propóngale juntarse para pasárselo bien. ¿No les merece la pena? ¿Acaso no merecen ser felices?
No se trata de poder adquisitivo, ni de clases sociales. No es dinero. Sólo se trata de esforzarse en buscar la felicidad, y ésta, generalmente se encuentra en la convivencia con nuestros semejantes, para quienes debemos estar siempre abiertos y en constante disposición de compartir. No todo va a ser lágrimas en este valle. Sonría, beba, baile, cante, toque las palmas y la guitarra, si es que sabe. Sea feliz, ¡hombre!, porque al final, aquí vamos a estar dos días, y uno está nublado. FELIZ FERIA.

lunes, 2 de julio de 2007

El discurso de José Carlos Fernández


El 15 de mayo del presente, día en el que se presenta mi novela “La Rosa del Sur”, José Carlos Fernández me regala un pequeño librito titulado “Memorial de 50 años. La Voz del Cofrade como Laico del siglo XXI”, el cual contiene el discurso que pronunció en conmemoración del Cincuentenario fundacional de la Hermandad de la Misericordia.
Confieso, que a pesar del boato del título, esperaba encontrarme con uno de tantos pregones cofrades al uso, pero para mi sorpresa no fue así. A diferencia de lo que suele ocurrir en estos casos, el texto estaba perfectamente estructurado, cosa muy de agradecer, pues he asistido muchas veces a pregones en los que uno no sabe a ciencia cierta en qué punto de la retórica se encuentra el exaltante, y en los que lo que se presiente como un final deseado, se convierte para la desdicha del oyente, en un punto y seguido. Pregones que se hicieron eternos y pesados, con hasta cinco finales, y que destacaron, sobre todo, por su falta de contenido. Pero este era distinto, organizado perfectamente en capítulos, para beneficiar, obviamente, al pobre que se iba a pegar una hora, o más, mortificando su trasero en el incómodo banco de madera de la iglesia.
Comienza hablando de la fundación de la Hermandad, de la Isla y de la Semana Santa de 1957, y lo hace utilizando, en dosis muy bien medidas y proporcionadas, una literatura que calificaría de costumbrista y que nos induce a recordar, más bien a soñar, aquel paisaje de entonces, aquellas personas y aquella época pasada. Se denota un halo de añoranza por la juventud perdida, y por todo aquello que conformó su vida, la vida de un cofrade cualquiera de aquel tiempo. Cuenta gratamente el devenir de la Misericordia, y cómo poco a poco se va constituyendo en la gran Hermandad que es hoy. Recuerda el disgusto que supuso el incendio del Cristo y la alegría de la bendición de la Virgen de la Piedad. Pero llegado a este punto, desgarrado de cualquier sentimentalismo, describe con valentía la actualidad de su Hermandad, del mundo cofrade en general, y nos la muestra desnuda ante nuestros ojos, exenta de hipócritas adornos y cargada de verdades, verdades que duelen como puñetazos, pero verdades al fin y al cabo que, alguien, cualquiera, debía de exponer en la palestra.
José Carlos Fernández, con este discurso, demuestra con valentía sin igual la persona que es, el cofrade en el que se ha convertido tras evolucionar en estos cincuenta años. Un hombre de fe que busca en la práctica cofrade una forma verdadera de hallar a Cristo. Las procesiones no pueden ser sólo una manifestación tradicional de la cultura religiosa popular. No debe ser un mero espectáculo folklórico. Comitivas sin sentido que no vayan mas allá del colorido romántico que suponen. El cofrade no se puede quedar en eso, porque ello convertiría esta predicación plástica en simples carrozas de cabalgata, en el mal denominado, por nuestros detractores, carnaval de los curas.
Las hermandades y cofradías han de afrontar el reto del presente y del futuro con la motivación esencial de cargarse de sentido. En el ámbito social deben encontrar un filón. Así nacieron, y a ello deben aspirar, para tener un por qué, para no convertir esto en un espectáculo lujoso en que se termine adorando al becerro de oro.
A Jesucristo, el cristiano verdadero no lo ha de buscar en una talla de madera, sino en los ojos de sus semejantes y en los suyos propios. No hay un Cristo más vivo, más real, que aquellos con los que convivimos, que aquellos que somos. El resto, si carece de esto, es simplemente jugar a vestir muñecas. Por tanto, enhorabuena José Carlos. Me descubro ante usted, ante su maestría y su valentía. Sepa que la verdad siempre nos hará libres, a pesar de que a veces, también nos deje solos.