martes, 25 de noviembre de 2014

El abuelo feliz


Aquel hombre siempre fue un trabajador incansable. Había luchado  por alcanzar sus metas, afanándose en conseguir sus sueños sin escatimar esfuerzo y sacrificio. Había logrado casi todos sus objetivos, salvo uno que siempre le fue negado por el destino, algo de lo que nunca solía  hablar.

Decían de él que era un hombre de éxito, admirado y respetado. Un  empresario ejemplar que supo encontrar la manera de crear empleo, a pesar del  tiempo tan complicado que le había tocado vivir.

Jamás lo confesó, pero quienes le conocían sabían que entre sus cosas pendientes estaba aquella pretensión de haber sido padre de un pequeño. Él adoraba a sus cuatro hijas por encima de todo, pero a pesar de ello, siempre deseó un varón, un niño  con quien identificarse de manera especial, una idea que había abandonado en el cajón de las cosas imposibles. Eso era todo cuanto había pedido en aquella carta imaginaria que escribía cada Nochebuena, Navidad tras Navidad, expresando aquel deseo, hasta que aceptó la cruda realidad, desechando aquel sueño para siempre.

Pero como suele pasar, las cosas ocurren de manera imprevisible e inesperadamente. El no lo sabía. No tenía ni la más remota idea, pero aquel año la vida le deparaba una feliz noticia: La mayor de sus hijas estaba embarazada,  y si bien no pudo ser padre del varón que siempre quiso,  sería su abuelo.

Aquel pequeño tan esperado, nacería pronto, y bajo el brazo traía aquella vieja ilusión cumplida y la noticia grata de que, a veces, los sueños se hacen realidad.
  


Feliz Navidad. 

Ignacio Bermejo