jueves, 28 de junio de 2007

El Cantar del Mío Cid.


Hará unos días, se quejaba el escritor Juan Manuel de Prada, del pasotismo institucional existente hacia el Cantar del Mío Cid, pieza literaria que comparaba al mismísimo Quijote, pero con dos siglos más de antigüedad, pues según éste, debería encontrarse celebrando su séptimo centenario, en vez de estar olvidado.
Más o menos afirmaba que le parecía injusto que Rodrigo Díaz de Vivar fuera condenado al ostracismo por haber sido mal usado por el régimen franquista, al emplearlo como ejemplo en su nacionalismo exacerbado, reivindicación curiosa, cuanto menos, teniendo en cuenta el personaje del que se trata.
El régimen franquista, al usar al personaje histórico como estandarte de la unidad nacional, sólo consiguió, obviamente sin querer, dejar patente su incultura, pues Rodrigo Díaz pudo ser tildado de muchas cosas, pero en absoluto de nacionalista.
Que se sepa, luchó entre 1063 y 1072 con el rey Don Sancho, no por ideales ni patriotismo, sino por la gran amistad que le unía a este monarca, pues eran casi hermanos, ya que al morir su padre, Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana, fue recogido por el Rey Fernando I, quien lo crió junto a su hijo.
De manos de Don Sancho, una vez que éste fue rey, forja su leyenda y obtiene el título “Campidoctor”, o “Campeador”, al vencer al alférez del reino de Navarra, pero al morir Sancho II, el nuevo monarca, Alfonso VI, lo destierra de Castilla y se tiene que refugiar en Zaragoza acompañado de unos 300 caballeros, con los que formó su ejercito personal para luchar en el Levante.
En 1087 trata de volver, pero su relación con el monarca castellano es imposible, por lo que regresa a Valencia para convertirse en el protector del rey Al-Cádir, para quien somete a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.
Tres años después, el almorávide Yusuf cruza el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso, asustado ante lo que se le avecinaba, le llama reclamándole sus servicios y su fidelidad, pero al ser imposible el entendimiento entre ambos, lo destierra de nuevo por segunda vez. Poco a poco el Cid va acrecentando su fama, al hacerse señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia y Denia, al contrario que el monarca, cuya fama va decreciendo entre sus súbditos.
Sobre 1093, matan a su protegido Al-Cádir, y toma la ciudad Ben Yehhaf. El Cid lo asedia durante 19 meses y finalmente lo vence y entra triunfante en Valencia en junio de 1094.
Muere el 10 de julio de 1099, tras haber tenido que vivir la trágica pérdida de su único hijo varón, Diego, en la batalla de Consuegra.
Cuento todo esto para poder contradecir a Juan Manuel de Prada, pues cualquiera que interprete la Historia con cierta neutralidad, lejanía y sentido crítico, escapa con facilidad de las falsas verdades que se han ido postulando en aras de los intereses de los bandos vencedores. La Historia es una gran prostituta que mitifica, no a quien lo merece, sino a quien interese en cada momento, al que ostente el poder. El Cid no fue quien nos contaron, ni su España fue la nuestra, por tanto no cabe celebración alguna por el séptimo centenario de su Cantar, que por cierto, y dicho sea de paso, ni siquiera se puede calificar de poesía, pues narra los hechos de un mito que inventó la cristiandad en aras de su lucha contra los moros. Por tanto, si existe alguna verdad en todo esto, es que Don Quijote sigue siendo único. Así debería aceptarlo de Prada.

jueves, 21 de junio de 2007

Política empírica


Pues la verdad es que ando un pelín liado con los políticos, porque dicen una cosa y luego hacen otra. Les cuento: Me decía un gachó de pelo en pecho que el periódico “El Mundo” era, a juzgar por sus editoriales, un periódico radical de izquierdas. No sé si tendría razón, pero de ser esto cierto, “El Mundo” sería un periódico radical de izquierdas que lee la gente de derecha, algo parecido a lo que ocurre con “ABC”. A este otro periódico, le pasa lo mismo que a Ruiz Gallardón, que siendo un periódico de derechas, procura, ganarse lectores entre el personal de izquierdas que pulula por esta España tan nuestra. Y es que no siempre todo es lo que parece.
Algo parecido ocurre en nuestros bolsillos según el partido que gobierne. Un ejemplo claro, para que me entiendan a la primera, es lo de la burbuja inmobiliaria. Miren ustedes: Temí que el gobierno de Aznar, liberal y conservador donde los haya, favoreciera a las clases más pudientes de nuestro país, donde cuenta con la mayoría de sus votantes, pero no ocurrió así, sino todo lo contrario. Me explico: Fue precisamente con el gobierno de Aznar cuando me compré la casa en la que vivo, y pude hacerlo pagando una cuota mensual más o menos razonable de una hipoteca de quince años. Entonces me pareció muchísimo tiempo, pero visto lo visto, ustedes me dirán.
Luego, el del bigotito se empeñó en fotografiarse fumando un puro y con las patas por alto en las Azores, con Tony Blair y con George W. Bush, y recordarán lo que pasó, que en las últimas elecciones cambiaron las papeletas, y en contra de lo que cabría esperar, con el recién elegido gobierno socialista se estropeó aquel paréntesis de tranquilidad financiera del que disfrutábamos las humildes familias españolas, y los tipos de interés empezaron a subir hasta un punto en el que resulta impensable, hoy por hoy, poderse comprar un piso. Están a unos precios desorbitados. Algo inalcanzable para los que vivimos de una nómina, y eso sin mencionar lo que se han alargado en el tiempo, pues hoy, para poderse comprar una casa, hay que hipotecar hasta a nuestros hijos. Y no exagero. Son por tanto los bancos los que más ganan, tal y como ocurrió con el gobierno de Felipe González.
Zapatero enfoca la izquierda hacia el reconocimiento de los derechos de los gays y de las mujeres, cosa esta que no está mal, en absoluto, pero tampoco debería olvidar el partido socialista que ha sido secundado por millones de personas que trabajan por cuenta ajena y que sueñan con poder vivir de sus sueldos, cómodamente, con dignidad y en paz. Esto no es pedir demasiado, es esperar de la política lo que promete la Constitución, pero no ocurre así, pues hoy por hoy, si quieres comprarte una casa, te tienes que asociar con una pareja que también trabaje, y sumar los dos sueldos, si no es imposible. En la política local la cosa también tiene su intríngulis. Me pregunto qué pasaría si López Gil, relegado del poder municipal por el pacto entre PP y PA, cambiara su actitud en relación a temas importantes como el tranvía. Imagínense el panorama si el PSOE de San Fernando decidiera votar que no al tranvía. ¿Qué pasaría? Seguro que dejaría a más de uno con el culo al aire, como se suele decir, pero no creo que ocurra. López Gil no tiene tan mala leche, y hasta el momento ha demostrado ser un hombre consecuente, cabal, de palabra, y comprometido con el futuro y el progreso de nuestra ciudad. Más o menos como todos, ¿no?

lunes, 11 de junio de 2007

Carta a Manolo Fando:

Mi querido amigo: No quiero hablar de ti. Si te escribo, es para hablarte de mí, de lo que ha supuesto conocerte. Te ruego que me perdones por el atrevimiento y por la torpeza que seguramente mostraré al ser incapaz de expresar con claridad lo que pretendo, entre otras cosas, porque a los hombres nos cuesta muchísimo mostrar abiertamente nuestros sentimientos.
Yo me siento escritor por encima de todas las cosas. Escribir es lo más importante de mi vida, al margen de mi familia, por supuesto. Es por esa vocación, por la que cumplo fielmente con el compromiso adquirido con este periódico de opinar cada semana sobre temas de actualidad, principalmente de nuestra ciudad. Opinar se puede hacer de miles maneras diferentes, pero yo opté por la única forma que sé, que es con claridad, con sencillez y sobre todo, con honestidad. Siempre digo lo que siento, no disfrazo mi opinión para dorarle la píldora a nadie ni me escondo detrás de medias verdades para salvaguardar mis intereses personales. Actuar con esa vehemencia resulta, en la mayoría de los casos, nada prudente y poco inteligente, pues mostrarse tal cual es uno, sin esconder ninguna carta debajo de la manga, te deja a merced del enemigo. Me he acostumbrado a jugar en desventaja y eso me produce en el alma un curioso sentimiento de soledad, con el que tengo que luchar. Así es, amigo Manolo. Me siento tremendamente sólo cada vez que opino sobre temas que escuecen o molestan, porque muchos de los que se auto califican amigos míos, me sonríen y me dan palmaditas en la espalda, pero no son sinceros, pues se ejercitan en una hipocresía que les es innata y que vislumbro a ciencia cierta, para mi desdicha.
Ser como soy, es un problema para muchos, pues están los que me soportan a la fuerza, porque nos les queda más remedio, porque saben que en los tiempos que corren hay que respetar la diversidad de ideas. Estos me dejan estar, pero no me quieren. También están los hipócritas, esos que me besan cuando se encuentran a solas conmigo, pero que me vilipendian a la espalda. Los conozco a todos ellos y los perdono de corazón, pues sé de nuestra débil naturaleza humana. Ellos tampoco son mis amigos. Luego están los que abiertamente me rechazan, los que ni siquiera me miran a la cara y me obvian por lo que pienso. Te doy mi palabra de que nada tengo en contra ellos. Es más, en verdad son como yo, pero al revés. Estos al menos se merecen todo mi respeto. Por último, el grupo reducidísimo de mis verdaderos amigos, esos que al margen de las ideas, me aceptan y me quieren tal y como soy. A ellos me debo, pero son tan pocos, que no pueden paliar ese extraño sentimiento de soledad que experimento cada vez que expongo mi opinión a bocajarro. Esto que te cuento, es lo que hace ciertamente importantísimo el haberte conocido, entre otras cosas, porque entre tu y yo no ha faltado ese guiño de complicidad que nos hacemos los que pensamos igual. Tu has participado de mi vehemencia con tus constantes felicitaciones, y por tanto, has compartido conmigo ese mundo de claridad y de verdad. Podemos estar los dos tremendamente equivocados, es posible que así sea, pero no nos avergonzamos al afirmar, con contundencia y valentía, lo que somos. Tú, una gran persona a la que desde estas líneas le quiero trasmitir toda la esperanza y la fuerza del mundo. ¡ Lucha amigo! Lucha con coraje y trata de vencer tu enfermedad. Hazlo porque los hombres como tú palian en parte la soledad que sienten en el alma los hombre como yo. Un fuerte abrazo de todo corazón.