sábado, 17 de junio de 2017

¡POLÍTICOS SI, POLÍTICA TAMBIÉN!


 Hoy quiero reflexionar sobre el valor que tiene hoy lo político, en unos momentos, en los que se está reconfigurando completamente el poder, y ciertamente me preocupa y mucho.
Comenta el profesor Fernando Vallespin, Catedrático de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, que tradicionalmente las dos ideas de  poder y política iban unidas. El poder se encuadraba dentro de lo político, dentro del Estado, dentro de las instituciones, pero nos encontramos hoy día con que se ha producido una clara escisión: el poder va por un lado, y la política va por otro. Esto lo sabemos fundamentalmente cuando se analiza la globalización, que es además el caso que permitió a Simund Bouman, lectura que aconsejo ciertamente, a introducir esta distinción. Él dice que el poder es la capacidad para hacer cosas, la capacidad para conseguir fines sociales, y la política, es la capacidad para decidir cómo queremos hacer esas cosas, pero vivimos en una sociedad compleja en la que la política ha perdido gran parte de su protagonismo, pues ya no es la sede de las decisiones fundamentales que se adoptan en la sociedad, sino que en muchos casos la política tiene que actuar en rescate de la propia sociedad, frente a quienes realmente ostentan el poder. La política no decide cómo deben vivir los ciudadanos, sino cómo se pueden defender frente a poderes facticos muy difícilmente controlables. Y esta reflexión me lleva a una situación de preocupación, pues la sociedad no es consciente del daño que se hace a sí misma denostando a los políticos y a la política, porque en que en definitivas son el instrumento más válido, creo que ciertamente el único, para defender los intereses generales de todos y de todas.
El mundo en que vivimos hoy es un mundo crecientemente tecnificado, es un mundo donde la mayoría de las decisiones son adoptadas por personas, por grupos, o instituciones y empresas, que están en posesión de un conocimiento experto. Esas personas, esas instituciones, esas empresas, al final, tienen la capacidad de imponer ese conocimiento como una necesidad en sí misma, sin cuestionar si quiera si es posible otro tipo de alternativas para resolver problemas. Así nos encontramos ante la imposición de la tecnocracia frente a la democracia. En el fondo, es esto lo que subyace en esta disyuntiva, desde la perspectiva de la teoría democrática. En democracia lo que hace el conocimiento experto, es ofrecernos alternativas, que después los ciudadanos compramos o no, aceptamos o no, pero no invade el espacio para que este pueda decidir con libertad una u otra opción. En Democracia es siempre el ciudadano quien decide, pero lo que ocurre es que muchas veces, el conocimiento experto no respeta ese principio e invade esa capacidad de decisión del ciudadano, presentando una de las opciones como la única posible, como la única válida, e imponiéndola. Lo hemos vivido muy recientemente en Europa en todo lo que se refiere a la gestión de la crisis. Desde Europa, mediante políticas tecnócratas nos han impuesto que la única manera de gestionar la crisis era la austeridad, el decrecimiento, el recorte, la contención, y no se ha dado posibilidad a los ciudadanos de elegir entre otras posibles opciones,  sino que nos hemos tenido que conformar con esas políticas impuestas desde Berlín y desde Frankfurt.
Como decía, hay que tener mucho cuidado con desprestigiar y denostar la política, porque esta es la única herramienta capaz de proteger la esencia de lo democrático, y solo desde la democracia se cuida de una manera real el bien común, los intereses generales, lo público. Otra manera de decidir, permitirá que quienes ejerzan el poder podrán derivar las decisiones a otros ámbitos de intereses  más reducidos, y luego nos quejaremos cuando veamos que somos incapaces que reaccionar en aras a la igualdad de oportunidad entre todos y todas.  En fin, ustedes sabrán…
Ignacio Bermejo Martínez