jueves, 24 de diciembre de 2015

REENCONTRARME CON LA NAVIDAD


Recuerdo con tristeza la noche en la que  la realidad  vino  a decirme que la ilusión no existe. Éramos pobres y teníamos prohibido soñar, especialmente con la llegada de los Reyes Magos, a quienes  los niños esperaban  nerviosos con la ilusión de que se produjera el milagro.
Cerré los ojos después de que mamá  me arropase en la cama,  como solía hacer siempre, decidido a no aceptar aquellas palabras que afirmaron crueles que la magia no existía. Me  dormí confiando en que la nueva mañana llegaría cargada de una nueva verdad y de regalos, me resistía a dejar de creer, pero al despertar al día siguiente  miré nervioso hacia la mesa donde un año antes, aquella misma noche, se amontonaron juguetes, y apercibí sorprendido la silueta de algunos bultos. Encendí esperanzado la luz del salón, pero aquellos bultos tan solo eran los platos y los vasos sucios de la noche anterior.
Lloré en silencio desengañado, aunque no de  pena, porque era rabia lo que sentía. ¿Por  qué a mí no? me pregunté una y otra vez sin encontrar repuestas. En aquel mismo instante, aquel mismo día, decidí que la magia no moriría jamás, al menos dentro de mí, en mi corazón. No lo acepté. No estaba dispuesto. No puede morir aquello en lo que uno cree con firmeza, y yo decidí creer con fuerza más que nunca.
Hoy, muchos años después, cada noche de Reyes Magos recuerdo aquel día con ternura. El día en que me revelé convencido de que los milagros existen, y  existen de verdad, como los sueños, créanme. Existen, y a veces incluso se cumplen. Doy fe.

P.D.: Este año he asistido a un Pregón de Navidad donde he palpado la magia, he visto brillar una ciudad donde los sueños se hacían realidad, he visto a miles y miles de personas sonriendo con ganas de vivir y ser felices, este año ha sido realmente especial, ha sido realmente un reencuentro. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, a todos y a todas que lo habéis hecho posible.


Feliz Navidad 

jueves, 12 de noviembre de 2015

LA GLORIA


Aquella tierra recién arada de grandes terrones rojizos que se extendía por toda la loma, parecía estar descansando, mirando al horizonte azul, a aquel mar añejo de antiguas historias de piratas, de barcos de blanco velamen que surcaron aquellas mismas aguas en busca de grandes batallas, viejos héroes de sable en mano, que nunca murieron del todo y que dieron nombre a las calles de aquel pueblo testigo de mi más tierna infancia. ¨
Una tierra bermeja, abierta y dispuesta, un año más, a dar a luz nuevas plantas: pimientos, tomates y cebollas que nacerían bajo el sol caluroso de aquel verano que empezaba a hacer alargadas sombras con aquella desvencijada y olvidada torre, la torre Del Puerco.
Allí estaba yo, con mis pies descalzos, sobre aquella tierra fértil, frente al mar gigantesco, en un instante que parecía eterno, contemplando el paisaje mágico que se bebía mi alma haciéndome sentir pequeño y al mismo tiempo el centro de todo cuanto existe.
Momento místico y secreto en el que uno se siente un dios y dueño de su propio destino. Allí fue precisamente, donde entendí cuál era mi sino. Si existía, si aquel ser omnipotente cuyas manos mueven todos los hilos había permitido que yo estuviera vivo, que yo estuviese allí, era precisamente para que hiciera aquello hermoso y grande que había venido a hacer. Ya no había remedio, no cabía renunciar, no había vuelta atrás.
Y así, sereno y convencido,  tras comprender en aquel instante que yo era el centro de todo el universo, extendí mis brazos cuanto pude,  alzando la mirada y respirando profundo,  inundando mis pulmones con aquel cálido aire que sabía a tierra y a sal, dejando que los cegadores rayos de luz volvieran a cegarme y a calentar mi rostro. Quería fundirme con aquel espacio, con aquella tierra, con aquel sol lejano y poderoso,  convertirme en un elemento más de aquel paisaje, estar presente y al tiempo ser invisible.  Ansiaba volar, saltar desde aquellas rocas hacia el vacío y planear sobre el inmenso mar como su fuera un ave, mientras que la  sombra de mi padre siguiera labrando incansable aquella tierra, mirándome a lo lejos con su figura encorvada de agricultor viejo y sabio, diciéndome con su mirada que el éxito se encuentra siempre y únicamente justo después del esfuerzo, en aquel sacrificio tras el arrojo de la inquebrantable voluntad que te empuja a seguir sin desfallecer. Un esfuerzo que te da ventaja y la victoria.
Mi padre, aquel hombre que supo inculcarme sin palabras aquellos valores que sirvieron para cimentar la personalidad del hombre que ahora soy, un hombre que quiere volar sobre el mar mientras recuerdo como él golpeaba la tierra dura con la soleta, una y otra vez, y otra, y otra, y otra, hasta abrirla. Su ejemplo, seguir trabajando así de duro, fundiéndose en gruesas gotas de sudor que le caían desde su arrugada piel hasta el suelo,  para teñir la tierra como sangre, y seguir, siempre seguir trabajando incansable, sin mirar al final, sin importarle siquiera si existía, con la cabeza gacha, pendiente solo al golpe, pendiente solo del paso hacia delante y de dejar atrás un surco abierto para acoger el germen de la vida.  
Y así estoy volando, soñando que lo hago, en el recuerdo, visionando aquel hombre que no cesó en el empeño de conquistar sus sueños, oliendo el aroma que desprende las cebollas, los pimientos y los tomates que han de nacer de esta tierra abierta, en un ciclo sin fin, la vida que renace cada año, en un milagro sorprendente. La mar azul como nunca, la mar azul como siempre, mientras lloro con lágrimas que manchan la tierra como sangre.
He de volar alto, bien alto. He de surcar el aire sin descanso y derramarme entero, sin mirar al horizonte, sin esperar acabar nunca, por el placer infinito de entregarme, por el placer infinito de gastarme, con la conciencia limpia del que sabe qué hace cuánto debe, cuanto puede, hasta agotarse. Y tras el cansancio, continuar golpeando, como hacia mi padre, una y otra vez, y otra y otra y otra, hasta la extenuación, y una vez esta, si es posible, continuar golpeando, porque ese es el secreto del éxito. Debo hacer eso en honor a su memoria, y debo volar.

Una música misteriosa, pero tremendamente bella, emana de aquella tierra, de aquel lugar sagrado,  donde se produce año tras año el maravilloso milagro de la vida. Una música que penetra por cada poro de mi piel, como la luz, como el aire, convirtiéndose en una preciosa sinfonía que vino a ser la banda sonora de mi vida. Una música que solo oigo yo, sobre la que cabalgo. Una música que es el aliento que no me ha de faltar, como una mano amiga que me agarra y que me alza y que me empuja. Esa es la gloria, la verdadera y mayor gloria, aquella que se alcanza con esfuerzo. 

sábado, 17 de octubre de 2015

Efervescencia normativa


Resulta cuanto menos contradictorio que exista esta “borrachera normativa”, que algunos califican de “diarrea legislativa”, que padecemos, más incluso teniendo en cuenta que el partido que gobierna el país, y que por tanto legisla, se autoproclama como la única alternativa liberal de la amplia oferta política nacional. Ser liberal, antes, era defender posturas contrarias al intervencionismo, sea cual fuere la manera de hacerlo, de ahí lo de liberal, definición que a la vista de los hechos se ha quedado completamente sin sentido.
Siempre he pensado, desde que me lo explicaron en tiempos universitarios, que los liberales se definían precisamente por posicionarse en contra de ello, de intervenir, o al menos hacerlo lo menos posible,  y al decir esto, no me refiero exclusivamente a los impuestos y al gasto público que de manera directa gestiona el estado, como cabría pensar, sino a la regulación excesiva y exagerada mediante leyes redactadas a medida de políticos y burócratas que parecen que buscan enredar la madeja de tal manera, que resulte imposible localizar y seguir el hilo conductor. ¿Pretenderán liarnos?
Me explico, la administración se organiza regulando la relación que tiene con los ciudadanos, pero esta regulación, al margen de que debe ser justa, que eso se da por sentado, también debería ser clara, pero no es así, y eso extiende un largo y oscuro manto de dudas.
 Juan Ramón Rallo, en el periódico “ElEconomista.es”  afirma que al encorsetar la libertad de unas personas y habilitar el campo de actuación de otras, se generan sanedrines de millonarios y ejércitos de depauperados, y esto es realmente preocupante, y no por nada en especial, sino porque es exactamente lo que está pasando en nuestro país últimamente. De verdad que parece como si los que tienen el poder y temen perderlo en las próximas elecciones, trataran a toda máquina de dejar todo atado y bien atado.
Se pueden poner en cruz, pero yo coincido con ese periodista en que por mucho que se nos predique que la ley es general e impersonal, esta borrachera normativa concede innumerables oportunidades a una minoría que se sabe desenvolver en este embrolloso mundo normativo como rata en alcantarilla, y convierte a la ley, esta de puertas giratorias,  en una herramienta complicada y opaca  dispuesta para el ejercicio del interés personal,  en vez de la justicia y el interés general que debiera.
Hay países del mundo están dando pasos orientados a corregir esta práctica efervescente: Canadá, por ejemplo, ha instaurado la regla una-por-otra (One-for-One Rule) mediante la cual toda nueva legislación aprobada deberá ir acompañada de la supresión de otra legislación que implique un gravamen análogo sobre los ciudadanos. Realmente no sé si con eso conseguirán asentar las bases jurídicas para una sociedad libre, igualitaria y justa,  pero no me negarán que los canadienses dispondrán al menos de una legislación muchísimo más clara y fácil de aplicar, y por supuesto, también ahorrarán en papel, no teniendo que publicar tantísimos boletines oficiales, medida interesante desde el punto de vista económico y ecológico.  
Esto o la teoría del borrón y cuenta nueva. Quizás sea lo mejor. Sea como fuere, algo se tendrá que hacer, porque es de locos modificar un mismo artículo del Código Civil tras veces en el mismo año, cosa que por increíble que parezca está pasando aquí, en esta España que de tantas leyes se hace cada vez más complicada de entender y de arreglar.
Alguien me lo dijo alguna vez: “Menos es más”, y estoy completamente de acuerdo.

Ignacio Bermejo Martínez.

domingo, 4 de octubre de 2015

El plato de pringá


Estremecido hasta la emoción incontenible de una lagrima escapada
al ver ese amor inmenso:
El amor que se hace fuerza,
que se hace fuego,
que se hace ofrenda…
Estremecido hasta la emoción incontenible de una respiración cortada
que punza el corazón que late.
La vida se hace plato
y lo humilde se hace grande,
lo más grande entre una madre y un hijo,
Nada es lo que es.
Siéntate a su mesa, amigo
y comulga,
que a veces las Moiras
juegan con hilos blancos, dorados y negros
sin contarlos

riéndose de ti.

jueves, 1 de octubre de 2015

Océano celeste


Océano celeste,  transparente e inmenso
que recorro en busca de palabras
capaces de abrir el mundo.

Océano de aire y dudas,
de preguntas y miedos,
de soledad sentida
carente de respuestas.

Así es el mundo
compuesto de planetas
que giran porque giran
cruzando el universo.

Y así  existo,
mirando para arriba
buscando mi sentido,
girando porque giro

atravesando el tiempo.

Ignacio Bermejo

sábado, 26 de septiembre de 2015

De la España que fue una Isla, a la Isla que se hizo Europa


Hoy 26 de septiembre de 2015. Terminando los actos organizados en San Fernando en conmemoración del 205 aniversario del juramento por parte de los diputados de la Constitución española de 1812, la Pepa (cuando la ciudad fue capital de España por la invasión francesa del país), que se produjo a las nueve y media de la mañana del 24 de septiembre de 1810, en la Iglesia Mayor de San Pedro y San Pablo y los Desagravios, y en esta ocasión, trayéndonos a todos al paladar un más que agradable regustillo europeísta cargado de sabrosas connotaciones, y me explico:
            Me da miedo pensar lo que puede pasar mañana en Cataluña, pues ocurra lo que ocurra, será importante para los intereses de todos los españoles, y no solo para nosotros, sino para toda Europa, pues puede darse el caso de que por fin se cueza el huevo  definitivamente del temido nacionalismo exacerbado que promulga esos valores de secesión y separatismo que nos llevaría todos, cuanto menos, a un mar de confusión económica, política y de identidad. ¿Qué puede pasar? ¡Pues no lo sé, cojones…!, como dijera aquel, pero a pesar de no saberlo a ciencia cierta, preocupa lo que se intuye.
            Y frente a ese sentimiento extraño de inseguridad y miedo, sí, miedo, no un miedo como el que producía los atentados de ETA, sino un miedo más frio, un sentimiento sintético, casi metálico, complicado de explicar, pero  miedo al fin y al cabo, frente a ese desagradable sentimiento, esta avalancha de principios, de esperanzas, de planes de futuro cargados de buenas intenciones, de ilusiones que hemos vivido en estos día en San Fernando, emanadas de las palabras de José Carlos Díez, en su conferencia “El papel de Europa en la nueva economía”, el mensaje exquisito de Josep Borrell, que supo trasladarnos sutilmente desde San Fernando a Bruselas, y las pronunciadas por una Alcaldesa, Patricia Cabada,  que brilló de manera especial, iluminada por el  espíritu constitucionalista que sobrevolaba entre los muros de aquel teatro histórico, cuna de las libertades.  
            Toda una contradicción, lo que ocurre en Cataluña, con lo que ha ocurrido en la Isla de San Fernando en estos días, donde hemos respirado unión y progreso, donde hemos sido capaces de levantar los ojos para ver un poco más allá, allende nuestro horizonte, para entender que el nacionalismo no es un arma cargada de futuro, sino todo lo contrario, y que la solución pasa mejor por borrar las líneas fronterizas que algunos pretenden pintar, y en no construir muros.  
        Desde la Isla yo me he sentido, más que nunca, europeo, pero europeo de verdad, un sentimiento que va más allá de una simple  unión monetaria o política. Me he sentido ciudadano de la vieja Europa, Europa como patria, y me he sentido bien.
            ¡Qué bonito el himno de Andalucía!  que a tan a flor de piel llevo siempre, cuando dice aquello de  “Sean por Andalucía Libre, España y la Humanidad”. Ojala que de la misma manera se pudiera sentir en todos los pueblos de Europa ese sentimiento de unidad y de pertenencia cuando oyeran la Oda a la Alegría de Beethoven.
          Si yo tuviera poder, poder de verdad, os convocaría sin lugar a dudas a vivir en unión y en armonía, a superar esa trágica historia de un pueblo, el español, que ha malgastado la mayoría de los años de su historia en guerras que no nos han servido para nada, peleándonos con nosotros. Aquí cabemos todos, porque aunque seamos diferentes, somos lo mismo.


Ignacio Bermejo Martínez

miércoles, 29 de julio de 2015

La buena política

Estimado  ciudadano descontento:

Lo que encuentro actualmente en la relación entre los políticos y usted es un desapego generalizado originado principalmente por la corrupción, la confrontación constante e inútil entre partidos y el escaparatismo dialéctico sin sentido.

Usted ve  la sociedad como un ente dependiente de la política  desencantado por no recibir un mensaje claro  capaz de estructurar soluciones a los graves problemas de  hoy.  La política como un instrumento averiado, incapaz de realizar su misión, por la vulgaridad de su retórica. Frases hechas que resuenan más por su rimbombancia que por su significado o su utilidad real. Mensajes vacíos, a fin de cuentas o simplemente mentiras reiteradas una y mil veces.  Y reconozco que en parte tiene razón, pero sólo en parte, y me explico:  Los partidos políticos han sido siempre, a lo largo de su historia, el instrumento que la sociedad ha empleado para estructurar soluciones a sus problemas, con independencia de su ideología, y son muy necesarios para la estabilidad y la supervivencia del sistema, y creo que sin sistema no existiría la sociedad.

No han sido nunca, al menos hasta hace poco tiempo,  cuna de “clase política”, término que no deja de darme una cierta grima, porque no termino de comprenderlo del todo bien, puesto que los políticos no conforman una clase social en si mimos. Los políticos  han sido siempre personas idealistas, personas inquietas que buscaban en el poder de la unión, la fuerza para eliminar de la sociedad sus injusticias, buscando la igualdad, la solidaridad, la libertad, etc. (entendiéndose en esto al buen político, o al honrado, obviamente)

Creo que el desencanto generalizado y el sentimiento de desarraigo de los ciudadanos hacia la política se fundamente principalmente en el hecho de que los partidos políticos han perdido su esencia, y no me refiero a su ideología, que también, sino a que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos para satisfacer las necesidades humanas surgidas en un momento, este, que nos ha pillado a todos por sorpresa.

En la mayoría de los casos los partidos han dejado de ser un conjunto de personas unidas buscando la fuerza necesaria para transformar la realidad. Quizás por eso la potencia sorprendente e inesperada del efecto Podemos, que ya empieza a decrecer.

Tanto yo como la mayoría de los compañeros con los que trabajo a diario, entendemos el desarraigo y la desilusión de la sociedad hacia la política  en este sentido, y le garantizo que en la medida de lo posible, pretendemos hacer una política diferente.

Trabajamos convencidos de que es posible transformar nuestro entorno para bien, con métodos limpios, transparentes y democráticos.

La democracia cuenta con herramientas para solventar el problema de la desilusión y el desapego. No olvidemos que los partidos están compuestos por ciudadanos normales que se implican en política, con ideales, ilusiones, con muchas ganas de trabajar  y con vocación de servicio público. Y son estos ciudadanos quienes seguramente alzaran la voz para decir ¡Basta!.

Estoy convencido de que desde la base se puede hacer mucho por cambiarlo todo, desde el trabajo diario y el buen ejemplo, en aras a una nueva revolución noble, pacífica y limpia que asegure el sistema de la mejor convivencia.

No todos los políticos son corruptos. Generalizar en este caso también es injusto.

Me gustaría aclararle que  participo en las Instituciones del Estado, concretamente en el Ayuntamiento de San Fernando, como concejal,  porque así me lo ha posibilitado mi partido, el PSOE, y lo hago al margen de mi profesión de contable, aparcada por el tiempo que dure esta nueva ocupación y sabiendo que esto no es un triunfo personal.

Le garantizo que no veo nada más SAGRADO que este compromiso adquirido temporalmente. Mi labor política es solo vocación de servicio público, y es por eso que aquí estaré mientras los ciudadanos quieran, porque es a ellos a quien me debo.

Ignacio Bermejo