No es sabio el hombre que ansía el sueño del profeta
sin afanar su causa,
ni el que degusta el
vino para saciar su sed
irguiendo su copa sin
victoria.
No puede correr el hombre que no anda,
el que no tiene sus pies sobre la tierra,
ni aquel que se pierde mirando siempre al cielo
perdido en el brillo de la estrella,
para caer, torpe, en los pozos más profundos
por perseguir sus sueños.
No existe el hombre que no tema
la enormidad del mar o del desierto.
El necio aventurero que se atreva
sin respetar el duelo
es ya un majadero muerto.
Si quieres avanzar,
escucha estas
palabras y acepta la clarividencia.
Es sólo una voz invocando la paciencia,
la cordura del guerrero, la prudencia,
la facultad sagrada que anidará en la mente de los
últimos,
la ciencia, como
única verdad.
Ignacio Bermejo Martinez
2 comentarios:
Ignacio. Me encanta como lo haces. Un saludo
Me encanta Ignacio. ¡Cuanta verdad encierran tus palabras! Es siempre un placer leerte. Eres de esas personas de las que uno siempre aprende. Cuantas cosas dices y cuantas tienes que decir. Gracias por compartir.
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