domingo, 17 de julio de 2011

Hacer el amor (Cancionero de lo erótico)




Y traspasa lamiéndole la piel como una lengua,
el agua entre sus piernas.

En la flecha de sus pechos,
la punta endurecida
arranca de lo oculto
y entrega a la evidencia,
su deseo mas puro.

“Sus labios entreabiertos sedosos y húmedos”.
“Sus ojos entornados, profundos y oscuros”.
“Sus manos finas, alzadas en pos de él, temblando”.

Allá a lo lejos va,
ella tras él,
adentrándose en la mar.

El agua vuelve rota,
envuelta en sangre blanca.

El agua vuelve loca
llorando en un rugido.

El agua vuelve alta
y la envuelve y la tapa.

Allá a lo lejos va,
ella tras él,
adentrándose en la mar.

Y al final, al otro lado del agua,
la mirada huye.

Desencuentro inesperado con sus ojos,
que cansados se cierran esa noche.

Ella comulga en lo más alto
con la blancura de un techo,
saboreando el desencanto,
el desconsuelo frío de la verdad desnuda.

Él solo duerme, duerme.
Duerme tumbado,
mirando al otro lado.

La sangre de la rosa desgranada
ha sido evaporada,
y el sueño se quita su disfraz
de fuego, de pasión, de deseo,
y es sólo sueño.

Ella, con sus ojos negros
sigue mirando arriba, al techo.
Contempla sin moverse, desde su cáliz blanco,
como la mar se seca, como el agua se muere,
y al final,
como él, también se duerme.
©Ignacio Bermejo

6 comentarios:

Mar dijo...

Uffff Ignacio, me has puesto los vellos de punta... Cuántas veces... es increíble el giro, empieza con amor apasionado, ya lo hemos leído, pero de pronto...

"...Ella comulga en lo más alto
con la blancura de un techo,
saboreando el desencanto,
el desconsuelo frío de la verdad desnuda".

Cuántos finales así no se versan nunca... Pues son tan reales como las blancas y rotas aguas y las mareas que suben para después bajar y dejarnos en tierra seca, o peor, en tierra humedecida que fue.

Y miras al techo y casi que no te preguntas nada pues es enorme el desencato, bien cierto, tan grande... Que quizás tras alguna lágrima imposible de definir, sólo te queden los brazos de Morfeo para sentirte arropada y ausente...

Tan sola...

Precioso.

Precioso.

Mar.

Alimontero dijo...

Ignacio..¡ que auténtica descripción de lo que tantas veces es una realidad frustrante, desoladora, inquietante!
Que belleza esta última estrofa:
"Ella, con sus ojos negros
sigue mirando arriba, al techo.
Contempla sin moverse, desde su cáliz blanco,
como la mar se seca, como el agua se muere,y al final,
como él, también se duerme".
te abrazo sensiblemente,
Ali

Inma dijo...

Sabes decirlo.
abrazos

M. J. Verdú dijo...

Hola Ignacio! He tratado sin éxito de enviarte un E-mail. Así que te lo envío en forma de comentario.
Gracias por visitarme. Sólo quería hacerte llegar mi admiración y mi respeto por tu obra. Quisiera comentarte todo el blog ya que es preciosa, pero al introducir algunos comentarios, no quiere entrar. Así que probaré más tarde.
Que un maestro como tú me visite, me halaga.
A partir de ahora ya tienes una visitante fiel.
Tu poesía me cautiva, así que me escaparé a tu blog, siempre que pueda.
El trato que haces del lenguaje es exquisito. Si practicaras meditación, te diría que estás iluminado. Si no, no puede explicarse tanto talento, belleza, sentimientos a flor de piel... Escribes con el alma abierta de par en par.
Saludos de nuevo. Volveré
Saludos

María Jesús

Anónimo dijo...

Retratas muy bien el silencio que va detrás del después. Te beso.

Curiosa da Vida dijo...

lindamente sensual ... adorei ... bjo!