Recuerdo la delicada sensación bajo las plantas de mis pies descalzos que me producía el verdín acumulado sobre el muro de la alberca. Me solía desnudar al atardecer, en esas horas en las que los demás se ausentaban para dormir la siesta, y que yo aprovechaba para adentrarme en el frescor de aquel agua tan cristalina y misteriosa.
El olor de manantial callado y quieto y el casi imperceptible rumor de cascada del agua que derramada se alejaba por la acequia, me trasportaban a otros mundos; mundos lejanos, desconocidos, cargados de aventuras inimaginables.
Aquellas tardes solía cerrar los ojos al adentrarme hasta lo hondo. Me precipitaba hacia abajo, hasta notar en mi piel desnuda el limo del fondo. Y allí me quedaba, soñando, hasta que la necesidad de respirar me impulsaba nuevamente hacia arriba, a la realidad ineludible de mi cotidiana vida.
Salía y me tumbaba sobre las piedras secas, para que el sol me calentara y me secara. Luego me vestía, y regresaba a casa sin decir nada, con el espíritu renovado, resucitado por dentro, como renacido.
Ignacio Bermejo
12 comentarios:
Hola Ignacio.
Es fácil ser feliz en la soledad de una tarde de verano.
Yo recuerdo las de mi pueblo con baños en la acequia, pero acompañada por toda la panda de amigas.
Muy bonito. Besos
El agua, su rumor, su abrazo, su frescura, casi me dejo llevar.
Un saludo
tanto tiempo sin leerte, tus letras se bañan de emoción y recuerdos
No se nos debería olvidar... renovar ese espíritu nuestro cada día...debemos empeñarnos todos.... y así...viviríamos aventuras inimaginables a esta altura de los avatares de mundo, por el que se nos pretende llevar.
abrazotedecisivo
bonitos recuerdos, hermosas imágenes que nos traes de esa etapa tan sensible y especial, donde todo se revelaba distinto y único a la vez.
Ignacio que tengas un Feliz Año,con mis mejores deseos...
un abrazo
Renovarse o bautizado en tardes de veranos, el mejor tiempo, luego lo cotidiano, el regreso a lo mismo, pero ya eres distinto.
Sé de lo que hablas.
Alicia
Ignacio, me gusta los escritos evocadores donde el escritor pone todo el condimento necesario para hacer de su trabajo algo de calidad que llegue muy al fondo del lector.
Gracias por cumplir esa norma...te sigo.
No me extraña que recuerdes tan bellos momentos; la naturaleza, el agua, la soledad y el silencio. Buena combinación.
Bonito recuerdo.
Un abrazo.
Me gustan mucho estos textos donde casi se palpan las imágenes. En este caso, me ha atrapado la quietud de ese 'manantial callado' y ha sido fácil dejarse envolver por el frescor de tus letras.
Un gusto conocer tu blog. Agradezco desde acá tu paso por el mío. Me ha hecho mucha ilusión tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Me reconforta leer como de una tarde de soledad, en la que te llenabas de sueños, tomabas el impulso para volver a la cotidianeidad.
A veces, hago lo mismo...
Un abrazo, Ignacio. Hoy hace falta estar juntos para no pasar frío.
Una alegría conocer a alguien tan sensible como tú.
Se puede ser feliz y disfrutar intensamente la vida, dejando que la naturaleza nos acaricie. Por esa razón, "los recuerdos de unas tardes" estarán siempre para Vos.
Saludos cordiales.
¡Qué recuerdos me ha traído tu entrañable relato, amigo! Encantada de haberte leído porque tu travesura, real o no...fue mía. Lo peor es que yo era una chica y que en ropa interior, me adentraba en el río Segura -que fue, porque hoy es casi una charca para nuestro pesar- y desafiaba junto con otras dos amiguitas los terribles "gorgos" como se conocen en Murcia los remolinos que hace el agua y que se tragaban sin remedio a los más atrevidos...¡Tiempo que se fue...!
Un abrazo, Carmen Sabater.
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