jueves, 24 de enero de 2013

Democracia, competencia y transparencia contra la corrupción política.



Democracia, competencia y transparencia contra la corrupción política.
Yo no sé cuanto aguantará la sociedad civil española  esta avalancha de casos de corruptela política  que se encadenan cada día  para el asombro y la desesperación de muchísima gente que, cada vez, entiende menos cómo pueden ocurrir estas cosas. Presiento que se acerca el día en que se diga ¡Basta ya!, y lo cierto es que es preocupante, que toda esta contención social y este conformismo que vemos ante todos estos escándalos, estalle de repente en una revolución que pudiera llegar incluso a ser violenta, dados los graves casos de emergencia social que al mismo tiempo estamos viviendo, por el incremento descontrolado del desempleo, los desahucios, los despidos, el recorte de derechos, la injusticia social creciente, la desigualdad, etc.
El español medio, que dicho sea de paso, ha mermado de tamaño en los últimos años, y obviamente no me refiero a la estatura,  está soportando todos estos desbarajustes, porque sobre sus espaldas recae la repercusión de tanta mala gestión y tanta tunantería, y yo creo que empieza a cansarse de que se hable de sacrificio cuando los que ostentan el poder,  hacen todo lo contrario.
Es cierto, y en eso coincido con quienes así lo afirman, que la corrupción no es exclusiva del ámbito político, sino que realmente es un reflejo de la sociedad en su conjunto, pero aunque la corrupción existe lógicamente en lo público y en lo privado, en el primer caso es mucho más preocupante e  importante porque, en definitiva, el dinero que se pierde, o que se roba, es dinero de todos.
Si observamos la naturaleza, podríamos afirmar que los seres vivos son, en cierta forma, generadores de elementos contaminantes. Los seres vivos generan residuos tóxicos, y por eso cuentan con el aparato capaz de evacuar esos residuos y mantener limpio y sano el organismo. En la política debería pasar algo similar.  En todos los sistemas políticos existe corrupción,  eso es inevitable, pero lo lamentable es que esos sistemas no cuenten con circuitos de evacuación y limpieza de toda esa suciedad. Seguramente piensen que nuestro sistema cuenta con los juzgados, pero la justicia, como la economía, el periodismo y otras muchas ramas del saber y de la organización humana, se han convertido en bienes de consumo, generalmente al alcance de los bolsillos más pudientes.
España está carente de leyes que regulen la práctica política, y que dote a los partidos de una especie de riñones por donde evacuar toda la suciedad  que generan y puedan purificarse.  Hay que cambiar el funcionamiento de los partidos políticos, porque hay que evitar que la gente se apoltrone y se conviertan en políticos profesionales, que es el fundamento, creo, de la existencia de este tipo de corrupción.
En los partidos políticos debería valer ese precepto de un hombre un voto, para evitar que determinados personajes se asienten en sus puestos directivos y que ni Dios sea capaz de moverles de ese sitio, entre otras cosas, porque este apoltronado dedicará todo su tiempo y su energía en mantenerse él en el puesto y para beneficiar a su camarilla de amiguetes.
Los congresos de los partidos deberían ser organismos realmente democráticos y donde existiera, de manera real, una verdadera competencia entre los candidatos que libremente decidan optar por un puesto y, por supuesto, una transparencia total y absoluta.  Un hombre un voto,  el voto secreto y el derecho a voto de todos los militantes, generaría nuevos candidatos, seguramente mejor preparados y predispuestos.
Otro de los aspectos a corregir, es el ejercicio público, cuyo tiempo debería estar regulado. Nadie debería poderse presentar a más de dos mandatos, porque el servicio publico debería ser una vocación, y nunca una profesión.
Necesitamos, y de manera urgente, una Ley de Partidos como la alemana, que imponga congresos periódicos, que obligue a que los delegados se elijan por sufragio secreto entre la militancia, que obligue a hacer primarias para elegir a todos los candidatos a cargos representativos, y que obligue a auditorias externas independientes.  ¿Por qué nos fijamos en Alemania en todo menos en eso? ¿Seremos capaces de acometer esa reforma de manera generosa, responsable y pacífica?
Ignacio Bermejo Martínez.

                                

1 comentario:

Sara dijo...

OLÉ, OLÉ Y OLÉ.... y lo decimos tú y yo, que ambos tenemos que ver con los dos partidos que están consintiendo esa ley electoral,que están consintiendo y asistiendo placidamente a tantos y tan alarmantes casos de corruptela, dan ASCO...yo estoy tan decepcionada...pero tan decepcionada de la política que...pero comparto cada letra que has suscrito en este tu espacio.
Mi abrazotedecisivo Ignacio...menos mal que me queda el senderismo que me da tantas satisfacciones. Muacks poeta