Desencantado existo
soportando el ritmo del progresar cruento
de panderetas, marionetas y
lenguas de perfidos
que lamen la sangre de la tierra yerta
que desahuciaron del huerto.
Enojado respiro
el aliento envenenado y embustero
del yo como bandera
que enarbolan esos necios.
Y a pesar de todo vivo,
procurándome el sustento
con mi cabeza alta, bien alta,
sin agitar el plumero
de la indignidad vergonzante
que lucen esos perros.
Ignacio Bermejo Martinez.
1 comentario:
La dignidad humilde, un tesoro escaso
Publicar un comentario