martes, 13 de mayo de 2008

El Estado Laico (Para Publicaciones del Sur)

Que la vicepresidenta de la Vega haya anunciado una reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, es algo lógico a tenor de la definición de Estado aconfesional que consta en el artículo 16.3 de la Constitución. Eso, en absoluto significa que se vayan a volver a aplicar las antiguas leyes de sedición de la revolución francesa, por las que se expropiaron todos los templos, los seminarios, las basílicas y catedrales, y se apresaron a los sacerdotes y obispos, pues ya fueron abolidas por Napoleón, cuando se auto proclamó emperador. Tampoco creo que nadie trate de hacer lo mismo que Azaña, el Presidente del Gobierno de la última República, decretando la desaparición de la religión en España, ni llevar lo religioso al ámbito de lo personal y lo privado, sabiendo que la religión tiene que ser forzosamente social, puesto que el hombre lo es («zoon politikón», así fue definido por Aristóteles>), para extirpar de alguna manera su propia naturaleza. Ésta elucubración de Prada en ABC, es pura ficción, probablemente fruto de su calenturienta imaginación de novelista, y raya con ella la frivolidad.
Lo que el actual ejecutivo está tratando de hacer, desde una lógica aconfesionalidad constitucional, es atender la religiosidad de todos los ciudadanos, proponiendo soluciones que permitan que las distintas sensibilidades religiosas puedan coexistir en pacífica convivencia. Es eso lo que expresa tácitamente la Constitución Española, donde se consagra el mencionado principio de aconfesionalidad del Estado. No obstante, a pesar de que ninguna religión tiene carácter estatal, los poderes públicos se deben comprometer a mantener relaciones de cooperación con las diversas confesiones, atendiendo a las creencias de la sociedad; de donde se desprende que dicha cooperación tiene que ser especial con la Iglesia Católica, por contar históricamente con la fe mayoritaria de los españoles. Y es eso justamente lo que se está haciendo, aunque algunos lo nieguen con esas teorías del caos apocalíptico.
Calificar de globo sonda, de conejillo de indias, de liebre, o de Caballo de Troya del Régimen, las escuetísimas declaraciones de la vicepresidenta de la Vega, y elevarlas a la categoría de ofensiva laicista contra la Iglesia Católica, es una exageración perfectamente maquinada para desgastar al gobierno, pero lamentablemente desde un planteamiento sesgado que incurre en la mentira, probablemente motivado por el error histórico que reiteradamente comenten los más conservadores al pensar que tanto los símbolos del Estado, como la bandera o la Marcha Real, y Dios, les pertenecen. Ellos ven la Iglesia como un apéndice más de un determinado partido, y la Iglesia es Universal, por tanto, se escapa de esos márgenes interesados con que pretenden acotarla.
Dudo mucho que hombres tan inteligentes como Prada o Cesar Vidal, realmente sean capaces de creerse aquello que dicen, sobre todo, cuando el Estado está demostrando lo contrario al convertirse en el aparato recaudador de la Iglesia Católica, colaborando al incluir un apartado específico dentro de la declaración de la renta de los ciudadanos, y otorgándole ése grado de primacía al que tiene derecho, por ser la religión mayoritaria de los españoles. Como se suele decir: “Obras son amores y no buenas razones”. Pienso que el verdadero problema radica en la intolerancia de los más radicales, que no permiten otras confesiones, de la misma forma que no reconocen los derechos de los homosexuales, o de familias distintas a la tradicional cristiana. En cuanto a la reforma de la ley para la libertad religiosa, cuando se produzca, ya veremos. Mientras tanto, ¿para qué especular?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aún Trillo cree que van a terminar quemándose Iglesias. Que vienen los rojos¡¡¡¡¡ Todo es ofensa. Un beso Ignacio.

irene dijo...

No hay que ser radicales en ningún aspecto de la vida, sólo en los que son muy dañinos.
La libertad es una de las palabras más bellas, cada uno puede tener su religión, la que sea, o no tener ninguna.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

No hay que caer en los extremos, ciertamente. Un Estado laico no implica de modo necesario la exclusión de las religiones...sólo que las mantiene en sus propias esferas y sin inmiscuírse en los asuntos de Estado.

Hasta hace pocos años, mientras la Iglesia Católica tenía status de Derecho Público, las otras denominaciones religiosas debían conformarse como Corporaciones de Derecho Privado. Es algo que se ha dejado atrás con la Ley de Culto. Y aunque la Iglesia Católica tiene importancia merced al número y porcentaje de su feligresía, no implica descuidar las relaciones con otros dignatarios religiosos.

Por el error de mezclar política y religión es que se han cometido errores garrafales y permitido atropellos a los Derechos Humanos; sin embargo, el error se repite en los neoconservadores.

Saludos cordiales en mi primer comentario en este Blog.