Miré hacia arriba para ver el cielo azul
y me cagaron los despojos de la realidad más cotidiana.
No hay princesas, ni mares, ni ventanas,
si no gente que embalsaman su presente
de sueños incandescentes que perdieron su inocencia,
o nunca la tuvieron.
Mujeres que nunca fueron niñas
y hombres que jamás soñaron.
Jugué a ser un hombre con sueños de Quijote
un mero carajote, candoroso y lloroso
un idealista, un ingenuo cargado de simpleza
sabio de mucho e inexperto en todo,
absurdo, ridículo y asombrado
de cuan estúpido se puede llegar a ser, sin darse cuenta.
Malditos sean los ojos y los oídos
por dejar ver y oír.
Malditos también los cerebros
que forjaron pensamientos,
y los corazones
que sembraron sentimientos.
A veces mi vida
está en lo que escribo,
muchas otras en todo aquello que he querido,
que jamás he tenido.
Es un síndrome, el destino,
que me lleva a donde quiere
ajeno a mi voluntad.
Una tragedia más.
Mi sino.
4 comentarios:
El destino, que nos lleva.
OYE!!!!!!, ¿te sirve un abrazo?
Igual te anima un poco...
Dices muchas realidades de la vida pura y dura , pero,,, que carajo, hay que vivir pese a todo esto...
A veces la vida es lo que uno piensa, a veces lo que escribe, otras lo que desea, sería bueno que sea lo que sucede.
Es muy bueno leerte, no a veces, siempre.
Alicia
Cuánto enojo, Ignacio. No te enojes que hace mal, enferma. Te abrazo.
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