Resulta cuanto menos contradictorio que exista esta “borrachera
normativa”, que algunos califican de “diarrea legislativa”, que padecemos, más
incluso teniendo en cuenta que el partido que gobierna el país, y que por tanto
legisla, se autoproclama como la única alternativa liberal de la amplia oferta
política nacional. Ser liberal, antes, era defender posturas contrarias al
intervencionismo, sea cual fuere la manera de hacerlo, de ahí lo de liberal, definición que a la vista de
los hechos se ha quedado completamente sin sentido.
Siempre
he pensado, desde que me lo explicaron en tiempos universitarios, que los
liberales se definían precisamente por posicionarse en contra de ello, de
intervenir, o al menos hacerlo lo menos posible, y al decir esto, no me refiero exclusivamente
a los impuestos y al gasto público que de manera directa gestiona el estado,
como cabría pensar, sino a la regulación excesiva y exagerada mediante leyes redactadas
a medida de políticos y burócratas que parecen que buscan enredar la madeja de
tal manera, que resulte imposible localizar y seguir el hilo conductor. ¿Pretenderán
liarnos?
Me
explico, la administración se organiza regulando la relación que tiene con los
ciudadanos, pero esta regulación, al margen de que debe ser justa, que eso se
da por sentado, también debería ser clara, pero no es así, y eso extiende un
largo y oscuro manto de dudas.
Juan Ramón Rallo, en el periódico “ElEconomista.es”
afirma que al encorsetar la libertad de unas personas y habilitar el campo de
actuación de otras, se generan sanedrines de millonarios y ejércitos de
depauperados, y esto es realmente preocupante, y no por nada en especial,
sino porque es exactamente lo que está pasando en nuestro país últimamente. De
verdad que parece como si los que tienen el poder y temen perderlo en las próximas
elecciones, trataran a toda máquina de dejar todo atado y bien atado.
Se
pueden poner en cruz, pero yo coincido con ese periodista en que por mucho que
se nos predique que la ley es general e impersonal, esta borrachera normativa
concede innumerables oportunidades a una minoría que se sabe desenvolver en
este embrolloso mundo normativo como rata en alcantarilla, y convierte a la ley,
esta de puertas giratorias, en una
herramienta complicada y opaca dispuesta
para el ejercicio del interés personal, en vez de la justicia y el interés general que
debiera.
Hay
países del mundo están dando pasos orientados a corregir esta práctica efervescente:
Canadá, por ejemplo, ha instaurado la regla una-por-otra (One-for-One Rule)
mediante la cual toda nueva legislación aprobada deberá ir acompañada de la supresión
de otra legislación que implique un gravamen análogo sobre los ciudadanos. Realmente
no sé si con eso conseguirán asentar las bases jurídicas para una sociedad
libre, igualitaria y justa, pero no me
negarán que los canadienses dispondrán al menos de una legislación muchísimo
más clara y fácil de aplicar, y por supuesto, también ahorrarán en papel, no
teniendo que publicar tantísimos boletines oficiales, medida interesante desde
el punto de vista económico y ecológico.
Esto
o la teoría del borrón y cuenta nueva. Quizás sea lo mejor. Sea como fuere,
algo se tendrá que hacer, porque es de locos modificar un mismo artículo del Código
Civil tras veces en el mismo año, cosa que por increíble que parezca está
pasando aquí, en esta España que de tantas leyes se hace cada vez más
complicada de entender y de arreglar.
Alguien
me lo dijo alguna vez: “Menos es más”, y estoy completamente de acuerdo.
Ignacio Bermejo Martínez.
1 comentario:
Recuerdo la máxima que dice "la ignorancia de las leyes no exime de su cumplimiento" pero cada día es más difícil conocer el "estado del arte", sin duda un modo estupendo de que quienes tienen medios e intención puedan bordear la norma para alcanzar su objetivo.
Cuando la ley se mueve en el margen del gris, los ciudadanos estamos perdidos y es ahí donde ganan, entre otros estos "liberales"
Un saludo
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