miércoles, 29 de agosto de 2007

El hombre que cambió la historia...

A la del fútbol me refiero. Y es que lo de Antonio Puerta, el jugador del Sevilla, es lo nunca visto. Su muerte ha unificado a todos los clubes de la liga profesional en un penoso sentimiento por su lamentable pérdida. La noticia de su muerte ha conmocionado al país entero, mucho más a Andalucía, y a destrozado a la ciudad de Sevilla, de la que era hijo y a la que representaba defendiendo sus colores con el orgullo del hijo predilecto. Una ciudad que desde que la noticia saltó a los medios de comunicación se ha echado literalmente a las calles para llorar a éste desafortunado internacional, que dejó su vida en el Sánchez Pízjuan.
Creo que ésta repentina muerte nos ha llegado a todos de una u otra forma. Todos nos hemos sentido un poco tristes, porque al margen de los colores que cada cual sienta en el alma, existe un estado superior qué sólo alcanzan los mejores, los grandes profesionales que triunfan haciendo lo que deben como nadie. Antonio Puerta es uno de ellos, uno de esos que pasan por la vida con la rapidez de un cometa que deja una brillante estela inolvidable. Antonio Puerta será recordado, pues su inesperada e insospechada muerte lo mitifica y lo convierte en un héroe.
¿Quién le iba a decir a ese chaval campechano que jugaba en el Sevilla, que él sería el acicate que acercara a los dos grandes clubes de la ciudad? Me parece increíble. Qué fuerza tan grande tenía ese hombre, que ha hecho posible que personas como Lópera, visiten el campo “maldito” del eterno contrincante, para unirse al sentimiento de la familia y llorar la pérdida sevillista.
El Sevilla de los últimos tiempo se ha ido haciendo grande a golpe de victorias y de goles, y con esta tragedia lo certifica. ¿Quién no se siente un poco sevillista? El corazón de muchos está con el Sevilla, y en mi caso particular, que soy madridista de pro, y a mucha honra, muy especialmente, teniendo en cuenta que los colores de esa camiseta los viste con alegría muy a menudo uno de mis hijos, que se ha aprendido de pe a pa la letra del himno del Arrebato y que lo entona cada vez que puede para dejar constancia de que su club es hoy por hoy uno de los más grande de España. Me siento un poco sevillista, como no, porque las lágrimas de mis amigos, de mis mejores amigos, me duelen tanto como si fueran propias, porque su sufrimiento me lo contagian sin querer para que pueda compartirlo con ellos.
Claro que lloré la muerte de ése chaval, como la lloró Sevilla entera, como la lloró su club y todos los de la liga, como la lloró José María Del Nido y su homólogo Lopera, tan antagonistas y dispares. Lloré como lloraba mi hijo cuando se enteró, y como lloraban mis amigos que compungidos no podían ni hablar. Unirse al sentimiento era inevitable. Compartir el dolor, y estar allí, desde aquí, asomados sin cesar a esa ventana en la que se convirtió el televisor.
Antonio Puerta ha sido sin lugar a dudas el hombre que ha cambiado la historia del fútbol en la ciudad de Sevilla. El redentor de la deportividad, del respeto y la tolerancia que siempre debe regir entre rivales.
Permítanme que afirme algo categóricamente. No me gusta hacerlo, porque en cierto modo es pecar de presunción y posiblemente de pedantería, pero en este caso creo que es justo hacerlo, en reconocimiento y homenaje a un chico que con veintidós años saboreó la gloria que muchos desearían para sí, haciéndolo con la naturalidad de los más grandes: Sólo los verdaderamente notables y nobles, son reconocidos por sus rivales. Que el Betis llore a Puerta, así lo confirma.

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